Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la
coalición Movimiento Progresista, ayer en su cierre de campaña; junto a él, el
ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y su esposa, Beatriz Gutiérrez
MüllerFoto Carlos Ramos Mamahua
E
l Instituto Federal Electoral ha decidido mandar los próximos
comicios a la goma. Para acomodarse a las pretensiones dinosáuricas de instaurar
a partir de este domingo venidero el nuevo horario sexenal de verano, que
obligaría a atrasar los relojes históricos varias décadas, el mencionado IFE ha
tenido a bien establecer como instrumento confiable, indeleble e infalsificable
de marcación ciudadana de boletas electorales, ni más ni menos que… el
lápiz.
Sentido homenaje retro a las tareas escolares hechas y rehechas a base de
grafito y goma de borrar (sobre todo ahora que con tanto entusiasmo están
participando brigadas de profesores gordillistas para revisar y corregir las
planas electorales en todo el país). Sistema cilíndrico en madera que en dado
caso permitiría a los poseedores de la papelería ciudadana proceder a la
patriótica remodelación de voluntades a partir de la sencilla técnica del
borrado con goma, como en cualquier salón de primaria. ¿Crayones? Claro que no,
porque se podrían derretir con tanto calor físico. ¿Bolígrafos? No, porque se
podría correr la tinta. Así que el Instituto Fallido Electoral optó por la
fórmula ligera del lápiz.
La Operación Ruleta afinando motores, la compra de datos y copias de
credenciales electorales a todo vapor, desatada la
guerra sucia
telefónica e impresa, robo abierto de mil 200 boletas en Veracruz, decenas
de miles de boletas sobrantes por
errores
de impresión en otras partes
del país, caravanas de repartidores de despensas y productos
utilitarios
en pro del candidato del despilfarro y el muy celoso IFE solamente atina a posar
su atención en un rubro sobre el cual no había denuncia pública en contra, el
del marcaje de las boletas electorales. Y lo hizo no para dar más seguridad,
sino para instalar un elemento extra de fundada desconfianza: lápices. Ganas de
mandar el proceso al riesgo de la goma.
En Twitter, el propio IFE justificó:
El uso de los lápices del IFE para
marcar el voto en la boleta es para evitar que al doblar la boleta se traspase
la tinta a otro recuadro
. ¿Podrá el IFE sustentar ese dicho en términos
cuantificables? Por ejemplo, ¿cuántas boletas sufrieron ese traspaso de tinta en
2006? ¿Cuántos casos han sucedido así en anteriores comicios, provocando
adulteración en los resultados, como para motivar ahora esta medida general de
última hora?
Eso sí, los tales lápices resultarán una maravilla tecnológica insospechada:
el lapicito IFEliz.
Los lápices para marcar la boleta son resistentes a la
gama de climas, sobre todo los cálidos. Su marca no se borrará sin dejar
vestigios
, explicó el IFE en
tuiteo que llevó a esta arisca columna
a preguntarse al estilo juangabrielesco cuál era la necesidad de abrir un
expediente más de duda ciudadana, ahora respecto del acto sustancial del
protocolo electoral, que es la impresión de la voluntad política en signos
permanentes.
Con el nuevo sistema lapicero se quita sentido al resguardo armado de los
paquetes electorales e incluso a la tan festejada posibilidad del recuento voto
por voto cuando la diferencia sea estrecha. ¿Quién podrá confiar en material
electoral cuyos signos contables han sido inscritos con sustancias susceptibles
de ser borradas con simpleza de escolapio aunque el mismo árbitro que ha
permitido montones de maniobras peores ahora
garantice
que se podrían
encontrar
vestigios
si se intentara ese borrado? ¿Será ese sistema tan
infalible como el entintado de pulgares contra el que había fórmulas de limpieza
orgánica inmediata? ¿La infalibilidad de los lápices del IFE será como el
blindaje
que, según eso, hace
imposible
un fraude
electoral?
El colmo del juego de policías y ladrones electorales, que ahora sería entre
lápices y gomas de borrar, es el reconocimiento del propio IFE de que para
marcar el voto en la boleta, también es válido que el ciudadano lleve su propio
material
. Es decir, a pesar de que se ha declarado riesgoso para la
confiabilidad electoral que la boleta se cruce con crayón, pluma fuente o
bolígrafo, pues al doblado podría traspasarse la tinta (y provocar la
anulación), finalmente cada ciudadano podrá hacer lo que se le dé la gana si
lleva su propio crayón, pluma fuente o bolígrafo. ¿Ganas de generar más enredos
de los muchos que ya hay, o una increíble y peligrosa torpeza más de los súper
bien pagados funcionarios y consejeros electorales?
Terminan las campañas y, 90 días después, nada parecería haber cambiado: con
menos puntos porcentuales, pero Enrique Peña Nieto sigue inflado en la
uniformada numeralia demoscópica como puntero presuntamente imbatible, mientras
Andrés Manuel López Obrador continúa condenado a un segundo plano por esos
mismos poderes fabricantes de la percepción nacional (como si no hubiese un
evidente crecimiento de su candidatura, como si no se hubiera producido una
irrupción juvenil favorable a la izquierda) y Josefina Vázquez Mota es
artificialmente sostenida como presunta competidora apenas rezagada de AMLO,
caminante sin mella, según eso, a pesar de tanto error, maltrato y vacuidad
sonriente.
En ese contexto de presunto gatopardismo final (que todo cambie en las
campañas para que nada cambie en el proyecto cupular de resultado electoral
favorable a EPN), los actos postreros de proselitismo mostraron rasgos
definitorios: en la capital del país, AMLO volvió a llenar el Zócalo y varias de
las calles que en él convergen, en una efervescencia social que no parece
dispuesta a soportar un fraude electoral más; Peña Nieto, por su parte, hizo
esfuerzos declarativos para asegurar que no habrá coacción ni compra de votos,
llamando desde ahora a los presuntos derrotados del futuro a integrarse a un
gabinete de reconciliación
nacional (Chepina puede ser secretaria de
algo, Quadri quiere ser secretario de ecología, como nuevo negocio de la jefa
Gordillo o embajador en China, y AMLO naturalmente rechaza cualquier insinuación
de ese tipo) y la propia Vázquez Mota se encomienda abiertamente a la única
posibilidad de un milagro.
Y, mientras el movimiento 132 se alista para el lunes 2 y los días
siguientes, ¡hasta mañana!
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