No nos engañan: Woody Allen filmó en el aeropuerto de la ciudad de México y en Iztapalapa. Juanito se larga con un puesto perteneciente a la clase política y todos lo persiguen para que devuelva su palabra (3 mil millones de pesos anuales), y el antiguo fanático de la resistencia civil creativa quiere engañar y ya no ser engañado; desconoce a quien lo creó; argumenta que el pueblo manda, como se lo dijeron una y otra vez; unos lo aconsejan para que entregue el poder y otros lo mal aconsejan para que no. Juanito se cansó de la base. En el aeropuerto, Jomar –un pastor que pudo ser un rabino según la tradición de las comedias de Woody– secuestra a las otras iglesias el derecho a hacer augurios y lo maldicen, pues consideran que la iglesia oficial es la propietaria de la fe nacional y la única con derecho a secuestrar las creencias divinas desde la conquista de México. Todos se indignan contra el pastor loco que vino a revelarnos que vivimos en el desastre. ¿Por qué en vez de anunciar un terremoto no nos advirtió del terrorismo fiscal? Pero, más allá de la película que se rueda y nos hace reír, hoy se inician los festejos hacia el bicentenario de la Independencia y, como hace 100 años, el oficialismo apunta a los discursos floridos, la palabra de los poetas, las fiestas y a bañar la obra pública con el recuerdo de la Revolución y la Independencia. No obstante los augurios de que el primero de enero de 2010 se cumplirán todas las profecias sobre la necesidad de un nuevo levantamiento, que, al igual que el que desencadenó la revolución francesa, bastaría con las razones fiscales o de representación por encima de la clase política para justificarlo. La revolución francesa dio inicio como una revuelta en contra de impuestos para cubrir el déficit presupuestal de la monarquía, que apoyó la independencia estadunidense como parte de su guerra contra Inglaterra. Las ideas americanas se le vinieron encima a la decadente monarquía francesa y los estados generales se transformaron en una Asamblea Nacional soberana: nada de esto pasa aquí. La tragedia de México es que nadie ofrece una salida clara frente al desastre. Las opciones y alternativas están en un vacío que nadie llena, mientras todos pasean la guillotina para acabar con el contrario. Todos saben decir no, pero nadie dice para dónde sí. Es un momento extraño: no existen las derechas, las izquierdas ni los centros, sino la caricatura y la comedia. El país es un enorme atole con el dedo. A un año de nuestro bicentenario y centenario repunta el virus A/H1N1, y el discurso de la escasez de agua se viene abajo ante las inundaciones, y si hace unos días los ciudadanos cerraban calles para pedir agua, ahora demandan bomberos para sacarla e indemnizaciones por las pérdidas. La clase política mexicana hoy, al igual que la nobleza de ayer, es incapaz de ofrecer un mínimo de orden y, por tanto, los poderes federales, estatales, municipales, legislativos y judiciales, y los partidos guerrean entre sí para acusarse de todo y no responsabilizarse de nada. Luego de 15 años de haber entrado en la modernidad, hemos llegado al desastre y quienes nos la prometieron, como Carlos Salinas, ahora regresan, teniendo como fuerza el fracaso nacional; el viejo régimen reaparece envuelto en las guirnaldas de la victoria, ratificando que el antiguo absolutismo tricolor es la única patria posible. Los intelectuales buscan un salvador para guiarse y, renunciando a la crítica, intentan salvarse ellos, ya que son tan responsables de lo ocurrido como los políticos actuales. Se espera el estallido redentor, pero nadie quiere perder el subsidio, la beca o la despensa que tiene. La crisis no parece hacernos arriesgados ni reformadores, sino conservadores de lo que nos queda. Buena parte del país es prófuga de los bancos que persiguen tarjetahabientes; las cárceles están llenas y proyectan construir más. Debatimos y luchamos por lo que ya nos gastamos, no por lo que deberíamos construir. Gritar en estas fechas es una tradición gobernante: lo hacen para convocarnos a la libertad, la justicia, la democracia y la independencia; pero todos sabemos que son mentirotas, pues hoy esos valores son los más escasos en el país que tenemos. Los balcones oficiales dan miedo y risa. Las plazas están amenazadas por el terror sin rostro. Los mexicanos estamos inmersos en una guerra por la disputa entre las disyuntivas reales de un narco-Estado derivado del gran negocio que impone la ilegalidad y la fuerza del mercado en el norte; estamos entre una actividad paraestatal y monopólica, o una de microempresarios dedicados al narcomenudeo como decía La Tuta. Lo único organizado en el país es el crimen en todo caso. La política no, la economía tampoco ni las fiestas del bicentenario ni el centenario. Nada. Somos un país pobre que carece hasta de la dignidad para reconocerlo. Creíamos que bastaba con tener petróleo, pero ahora, como herederos en bancarrota, somos miserables al no reconocerlo. El país está en regresión… Y festejamos.
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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