FRENTES DE GUERRA

Frentes de guerra ALONSO TORRES ABURTO Muchos frentes de guerra existen en México en esta primera década del siglo XXI. Algunos de ellos son añejos, otros se han creado apenas o, si se quiere, se han hecho más visibles e intensos en los últimos años. Y no me refiero a la “guerra” que Felipe Calderón declaró a la delincuencia organizada. En un país como el nuestro, las batallas por mejorar las condiciones materiales de vida han estado presentes a lo largo de su historia pero, sobre todo, en algunos momentos (sexenio del general Lázaro Cárdenas). Lo mismo ha sucedido con los esfuerzos por democratizar las relaciones políticas y la lucha pacífica por el poder público (neo-cardenismo). Cómo no recordar, desde luego, la enorme trascendencia de los movimientos sindicales, sociales y guerrilleros de 1950-1960. O bien, como consecuencia de que éstos fueron brutalmente reprimidos por las fuerzas del Estado, el surgimiento y crecimiento de la oposición electoral al PRI, especialmente luego de las reformas impulsadas por Jesús Reyes Heroles en 1977-78. En la década posterior, es decir, la de los 80, por cierto que al mismo tiempo que una crisis económica azotaba a la mayoría de mexicanos –inflación que superaba el 100 por ciento anual; elevada tasa de desempleo; altos niveles de inseguridad; devaluaciones del peso– las fuerzas políticas opositoras al partido gobernante, fueron creciendo y se fortalecieron. Muy a pesar de los “fraudes patrióticos” o de la alquimia electoral del PRI (urnas embarazadas, operación tamal, carruseles, alteración de actas, entre otras), diferentes cargos de elección municipal y hasta el nivel de gobiernos estatales, empezaron a ser no solamente disputados, sino ganados por la oposición. De manera notoria, el PAN de entonces empezó a triunfar en varias ciudades capitales del norte del país e incluso en 1986, al parecer obtuvo la mayoría de votos en la elección por la gubernatura de Chihuahua. Por supuesto, no se la reconocieron. Tendría que ser del interior del PRI, al darse la sucesión presidencial de 1988, de donde surgirían los principales líderes del impetuoso, poderoso y desorganizado movimiento de masas que vino a resquebrajar el régimen de partido de Estado. En efecto, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo encabezaron y lograron dirigir la inconformidad ciudadana en contra del autoritarismo y las medidas económicas del gobierno de Miguel de la Madrid. Por supuesto, el triunfo del candidato del Frente Democrático Nacional nunca fue reconocido. Tres elecciones presidenciales después de que a Cuauhtémoc Cárdenas se le reconoció, oficialmente, una votación histórica como candidato opositor al candidato del PRI, el hartazgo ciudadano contra este último partido se movió a la derecha e hizo triunfar a Vicente Fox. Ahora sí lo dieron por bueno. Las expectativas de una democratización de la vida política fueron grandes. Pero no fue así. El ex gobernador panista de Guanajuato afianzó relaciones con los nefastos líderes corporativos (SNTE, Pemex) intentó someter a movimientos sociales (Atenco y APPO), profundizó el nepotismo y la corrupción (hijos de Marta Sahagún) y quiso imponer con toda la fuerza de la Presidencia de la República a su sucesor (desafuero de Andrés Manuel López Obrador y oposición a la candidatura de Felipe Calderón). Hoy, cuando estamos por cerrar la primera década del siglo XXI, los frentes de guerra siguen vivos. Ya no solamente son para mejorar las condiciones materiales de vida, sino por evitar un mayor saqueo y rapiña de los bienes públicos para beneficio de intereses privados (reforma energética, desaparición de Luz y Fuerza). También en esta época es de vital importancia seguir impulsando la democratización de la vida política y social(que las bases escojan a sus dirigentes sindicales y partidistas). Y ni qué decir de la necesidad de defender el Estado laico ante las embestidas de sus “malquerientes” como los denomina Carlos Monsiváis (las iglesias desdeñan las leyes humanas y sólo obedecen a Dios).