Gustavo Esteva Apesar de todas sus deficiencias, las elecciones expresaron con claridad el rechazo radical a las clases políticas y el creciente desprecio ciudadano por los partidos. Perdieron todos ellos, aunque alguno se pretenda triunfador. Terminada esa distracción, es tiempo ya de ocuparse de la democracia. Una de las áreas que hace falta explorar es la profunda mutación política que se ha producido en un número creciente de personas y grupos. Si bien esto se observa sobre todo en áreas campesinas, particularmente las indígenas, también aparece en los barrios urbanos. Es el paso de la lucha por la tierra a la defensa del territorio. El despojo sistemático, durante la Colonia y el México independiente, concentró el esfuerzo de indígenas y campesinos en la lucha por la tierra. No termina aún. Tratan de obtenerla quienes se llaman aún, con expresión extraña, campesinos sin tierra. A pesar de la campaña sistemática para deshacerse de la población rural, existen actualmente en el país más campesinos que nunca. Su proporción en el conjunto de la población se ha invertido. Eran más de dos terceras partes del total hace 50 años; hoy son menos de la tercera parte. Pero siguen siendo muchos millones y una parte de ellos sigue peleando por un pedazo de tierra. La misma lucha aparece en las ciudades. Se trajo a ellas la tradición rural de la invasión, la ocupación ilegal, la conquista progresiva de un espacio. La Esta vieja lucha se ha convertido ahora en otra más profunda y relevante: la defensa del territorio. Sus motivos inmediatos son múltiples, pero casi siempre tienen un denominador común: la intrusión de una empresa nacional o trasnacional, respaldada por el gobierno, que amenaza la existencia de los dueños legítimos del territorio, por la ocupación directa del suelo o por la utilización de sus recursos. Felipe Calderón sigue dedicado a la venta del país entero y en muchas regiones se encuentra ya en la etapa de entrega de la mercancía. Se abre así toda suerte de conflictos con los habitantes rurales o urbanos que necesitan ser desplazados para ese fin. Pero la gente no está dispuesta a permitirlo. Se han organizado para resistir y se ocupan con notable vigor de la defensa del territorio, a menudo a partir de amplias coaliciones horizontales que se han ido forjando en el camino. El principal ejemplo sigue siendo el de los zapatistas, pero los casos se multiplican por todo el país. Cada vez más, deben enfrentarse a fuerzas represivas que intentan conseguir mediante la violencia lo que no es posible obtener a través de un proceso político democrático. Quienes experimentan hoy esta mutación, que representa un ejercicio radical de la soberanía popular, pueden apoyarse en una vieja tradición. La lucha por la tierra empezó en la Colonia como empeño para recuperar los regímenes comunales que formaban el modo de vida de los pueblos indios. Buscaban tener de nuevo el territorio en que podían gobernarse a sí mismos. Exigían ante la corona española la recuperación de sus ejidos –la palabra que allá podían entender. Ejido, que viene del latín exitus, salida, era el terreno a la salida de los pueblos que los campesinos españoles empleaban en común. Cuando los invasores encontraron los complejos regímenes comunales de los pueblos indios les encontraron algún parecido a sus ejidos y les pusieron ese título genérico. La lucha logró algunos resultados. Al final del periodo colonial, las Repúblicas de Indios, como se les llamaba, ocupaban 15 millones de hectáreas. Los pueblos sufrieron nuevos despojos en el México independiente. La memoria colectiva se mantuvo. La revolución se desató en 1910 con la idea de reconstituir los ejidos, destrozados por el porfiriato; sólo más tarde apareció el lema de Tierra y Libertad. Millones de campesinos e indígenas querían de regreso sus propios espacios, no sólo un pedazo de tierra. Y no pararon hasta que, a partir de los años 30, empezó la recuperación que creó el ejido cardenista y reconoció la comunidad agraria. En esa tradición se apoyan hoy los pueblos indígenas y campesinos que en la defensa vigorosa de su territorio encuentran la base para sustentar, con su modo de vida, una nueva forma de auténtica democracia. |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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