Lo vimos, lo vivimos: Oaxaca 2006
Soledad Jarquín /Oaxaca libre
Martes, 14 de Julio de 2009 23:37
Entonces leo este libro, Lo vimos, lo vivimos: Oaxaca 2006, donde no veo a la APPO. No, a quien leo detrás de cada palabra son mujeres y hombres contando su propia historia y haciendo con ello la historia colectiva de un movimiento que cimbró todo el poder local y federal, es decir, a la clase política, la que gobierna hoy porque las y los electores no quieren ejercer el privilegio de elegir. Agradezco a mis amigas de Revolucionemos Oaxaca la confianza para presentar, junto con el escritor Fernando Lobo, el libro Lo vimos, lo vivimos: Oaxaca 2006, producto del seminario de Periodismo Creativo realizado hace unos meses. Por supuesto también a la Universidad de la Tierra. Leo las noticias. La vuelta del PRI a la mayoría en el Congreso. El revés al gobierno panista y a Felipe Calderón, la confirmación de una muerte anunciada en el PRD, tras la infiltración del veneno de la ambición humana en quienes se apoderaron de ese partido político. Leo las noticias, el funeral de Michael Jackson rompe record en internet, dice una empresa “periodística” a través del celular. Veo la noticia oculta, un proceso electoral donde no hubo electores, 58.8% de la ciudadanía con credencial de elector se reportó enferma, cansada y ocupada. “Imposible asistir a las casillas, que gane el que quiera. Total de todos modos hacen tranza”, dice la gente. Me pregunto porque la ciudadanía no asume su obligación de votar, se oculta tras el rostro de los que sí quieren cambiar las cosas o tras la imagen de los que quieren seguir igual. Total, nada va a pasar. Entonces leo este libro, Lo vimos, lo vivimos: Oaxaca 2006, donde no veo a la APPO. No, a quien leo detrás de cada palabra son mujeres y hombres contando su propia historia y haciendo con ello la historia colectiva de un movimiento que cimbró todo el poder local y federal, es decir, a la clase política, la que gobierna hoy porque las y los electores no quieren ejercer el privilegio de elegir. Se trata de más de 20 narraciones de periodismo creativo, testimonios de los hechos ocurridos en 2006, el desalojo del zócalo del 14 de junio, el enfrentamiento del 2 de noviembre y la intromisión de la Policía Federal Preventiva el 25 de ese mismo mes, así como otros enfrentamientos con policías estatales o federales, que narrados en este libro son la transcripción correcta del miedo, la ciudadanía de las mujeres en su marcha de las Cacerolas y la toma de las instalaciones de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión, las ganas que la gente tenía de cambiar el destino de Oaxaca, están aquí recolectados para la posteridad. Ahí también está reflejado el desencanto, el mirar atrás, el recuento de lo perdido, las vidas lastimadas, la traición de dirigentes convertidos en diputados o fuera del país, como señala Ramón López Reyes, quien en poesía cuenta la Contraofensiva del 25 de noviembre de 2006, cuando “la noche esparce el incienso picante”, como dice su primer verso. Lo vimos, lo vivimos: Oaxaca 2006, esta escrita por la gente, la gente que no es escritora, la gente que no es historiadora, los que no son antropólogos ni sociólogos, es la gente la que cuenta cada hecho y se regodea ante las “batallas” ganadas o critica con ferocidad a quienes los traicionaron. Lo que se ha escrito aquí, se quedará para siempre y por supuesto no se habría escrito mejor que por los propios protagonistas, lo que develaban la carne viva del Oaxaca oprimido desde hacía mucho tiempo, por varias generaciones, como señala Ildefonso Reyes Soto, en Conocer Oaxaca, algo fascinante. La pobreza fue lacerando al pueblo generación tras generación, sin que las instituciones ni los gobernantes pudieran cambiar el rumbo. Estas son las historias que los medios de comunicación contaron a su modo, un modo que no era siempre lo que la gente vivía y quería leer. Un modo distinto e irreal muchas veces. Es la historia que se pretendió dejar en el olvido. Es el sentir de un pueblo que salió a las calles, que luchó en cada manifestación a brazo partido, de gente que gritó hasta quedarse sin voz, para curar la impotencia personal o colectiva contra una autoridad que le dolía y que era ya una enfermedad crónica y que había recrudecido su “tiranía”, como esta misma gente había calificado. Es la historia que los hace visibles, que quedará en el para siempre. Estos testimonios, narrados en ensayos, cuentos, poemas, se convierten desde ahora en el arma letal contra quienes pretenden escribir una historia distinta a la que se vivió en 2006… Será la mejor defensa contra quienes aseguran que nada pasó entonces, que eran una bola de revoltosos encapuchados, es más que ni siquiera eran de Oaxaca. En el libro, no están los acuerdos de las cúpulas, ni los viajes de los líderes a la ciudad de México para buscar “acuerdos”, no. Aquí está la vivencia de la gente que no entraba a las reuniones ocultas. La que no se contó en los grandes medios, porque esta gente no tuvo poder para ser escuchada. Está la experiencia de mujeres y hombres que fueron alcanzados por la más fuerte de todas las armas: la verdad personal y colectiva. Así, su verdad, se escribió y está será el testimonio de quienes contaron los hechos vividos, dolidos o gozosos, de derrota o de triunfo tras la ocupación cruenta de un pueblo que buscó ser solidario, acompañante de otra porción que se rebeló contra la miseria, contra la desigualdad social, pero también contra las inequidades de etnia, género, sexo o condición económica. Desigualdades que habían prevalecido mustias y dolientes, carcomiendo la carne y el espíritu. Cuando abrimos un libro de historia, encontramos las hazañas de los personajes centrales. La Independencia iniciada por Hidalgo. La Reforma por Juárez. La Revolución por Madero. Todo gira en torno a un héroe, dos quizá. Héroes y villanos. Pero nuestros libros de historia desdibujan al pueblo, al resto de los hombres y mujeres que estuvieron en todas las batallas. Estás mujeres y hombres se convierten en estadísticas de sobreviventes y muertos, gente “del pueblo”, sin rostros… Pero aquí, en Lo vimos, lo vivimos: Oaxaca 2006, no hay un solo héroe o heroína. Aquí se narran las vivencias de personas que lucharon junto con los otros. Desde el que pegó propaganda en las paredes y la que llevó café a las barricadas, como escribe Itandehui Santiago Galicia, en Voces al aire, donde ella misma se descubre solidaria y combatiente, redescubre su derecho a ser escuchada. En este libro que podría decir el libro de las ciudadanas y los ciudadanos de 2006, se describe a quienes marcharon por las calles y gritaron consignas, las que temblaron de miedo frente al miedo de los otros y luego con ese miedo que les ardía en la conciencia hicieron vallas humanas frente a los pefepos. En este libro de las ciudadanas y los ciudadanos están los y las que rompieron los muros de sus casas y encontraron la ciudadanía en las calles siguiendo el hilo de la protesta. Esta es la historia colectiva del pueblo de Oaxaca en 2006 y quizá sea, por que no una primera parte. Este libro es, sin duda, la mejor noticia de los últimos días y lo seguirá siendo al paso del tiempo que siempre en su irremediable transcurso apuesta al olvido y lo que se olvida se convierte en algo que nunca existió. Lo vimos, lo vivimos: Oaxaca 2006 nos permitirá entonces revivir aquellos días y nos debe permite desde ya cómo queremos que sea Oaxaca. |
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