GazaAdolfo Sánchez RebolledoCuando leo y releo los argumentos de algunos personajes israelitas para justificar la expedición punitiva contra Gaza más crece mi asombro. Parece increíble que algunos descendientes del holocausto se expresen de los palestinos con tal insensibilidad, como si las terribles experiencias del pasado no contaran a la hora de la seguridad, ese moderno refugio de los viejos impulsos autoritarios, ahora revitalizados por la acción antiterrorista. Me refiero, concretamente, a los razonamientos del escritor Abraham B. Yehoshúa, recogidos en una entrevista publicada en el diario español El País, luego de que éste suscribiera una temprana petición de alto al fuego a las autoridades de su país, gesto loable, por supuesto. Sin embargo –y aquí comienzan las inconsistencias–, Yehoshúa, igual que 96 por ciento de sus conciudadanos, considera que la campaña militar sobre Gaza está justificada, “porque lo que es injustificable es que Hamas dispare 70 cohetes en un día”. Para él, la desproporción entre la causa (los cohetes) y el efecto (la invasión), reflejada en los últimos días, no es crucial, pues aunque “a nadie le gusta ver lo que está pasando en Gaza”, se trata –asegura– de “una decisión moralmente correcta”. Según el novelista, “la gente (sic) habla de David contra Goliat, pero hay que darse cuenta de que la capacidad de sufrimiento de los palestinos es mucho mayor, y eso los hace más fuertes. Por eso, nuestra respuesta tiene que ser mucho mayor, porque hay que hacerles entender que tienen que parar los cohetes. Una respuesta moderada no les impresionaría. Cerramos los pasos fronterizos, cortamos la electricidad y eso no les hizo pensar en parar los disparos”. Si dichas palabras las hubiera pronunciado un halcón o, en la otra orilla, un jefe jihadista en el extremo contrario, tal vez no habrían sorprendido a nadie, pero viniendo de un escritor de izquierda, con fama de liberal y tolerante, no dejan de producir cierto desencanto. El relator de Naciones Unidas para los territorios ocupados, Richard Falk, lo señaló con exactitud: “Es cierto que los ataques con cohetes contra la población civil israelí son ilícitos. Pero esa ilegalidad no confiere a Israel, ni como potencia ocupante ni como Estado soberano, derecho alguno a violar el derecho internacional y a cometer crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad en represalia... la escalada israelí de asaltos militares no ha aumentado la seguridad de los civiles israelíes; al contrario, el israelí asesinado hoy, tras el estallido de violencia israelí, es la primera víctima en un año”. Desde la contraparte israelita, Shimon Peres, uno de los políticos mejor valorados en Occidente, defendió la ofensiva con argumentos ya trillados, diciendo que “no pretendemos ocupar Gaza ni aplastar a Hamas, sino eliminar el terrorismo. Y Hamas necesita aprender una lección real y seria. No lo están entendiendo”. Pero estas afirmaciones suscitan de inmediato otras interrogantes: ¿hasta dónde piensan llegar los invasores en esta nueva y trágica aventura? ¿Es factible destruir por la fuerza a Hamas sin dañar a la población civil o, como estamos viendo, ésta es también una terrible ensoñación ideológica de los partidarios de las guerras preventivas montadas sobre la tecnología de punta para reducir toda resistencia? Si la crudeza del ataque contra Gaza no se vincula, como asegura la propaganda, con el poder letal de los cohetes caseros de Hamas, acorralada en su minúsculo y bloqueado territorio, sin el auxilio del corrupto e inepto mundo árabe, ¿qué clase de lección es la que tratan de impartir a sangre y fuego los líderes de Israel apoyados por el poderío estadunidense, la complicidad europea tan mal disimulada y la parálisis aberrante de Naciones Unidas? Una vez que los adversarios se han reducido a la calidad de “monstruos” causantes de todos los males imaginables –lo cual no es privativo de uno de los bandos–, no hay nada que impida conceder legitimidad moral al genocidio como lección final de sumisión. Y ése es el riesgo permanente de una situación que el tiempo, lejos de resolver, sólo empeora. Buena parte de la responsabilidad por estos hechos la tiene la comunidad internacional y, concretamente, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que ha sumado un nuevo fracaso a la ya larga historia de complicidades con la política estadunidense hacia Israel, demostrando, una vez más, la crisis terminal que hace mucho corroe a la institución. ¿Cómo se podría actuar exitosamente contra los fundamentalismos armados en esa región, cuando ninguna resolución política apegada al derecho internacional se cumple, cuando nadie obliga al Estado de Israel a someterse a los acuerdos internacionales? Por lo pronto, sus máximos dirigentes, ante el desafío de las cercanas elecciones, aprovechan hasta el último segundo la complicidad estratégica de Bush y los suyos para tomar posiciones en el campo de batalla. El mundo espera. |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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