LA OPORTUNIDAD PERDIDA por Jorge Lofredo Cerca de cumplirse dos años de la detención-desaparición de los eperristas, la Comisión de Mediación (Comed) ha resultado ser la mejor instancia para el arribo a una conclusión certera y confiable acerca de lo sucedido con los desaparecidos reclamados por el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR), como posibilidad concreta para establecer un democrático e imparcial cauce en la resolución pacífica de conflictos y también como la conjuración efectiva de nuevas acciones político-militares por parte del grupo armado. Esta realidad, sin embargo, acaba de diluirse: la Comed decidió “poner fin a su misión”. En todo este tiempo, además, no se ofrecieron propuestas alternativas o algún otro instrumento para encontrar y castigar a los responsables de este delito de lesa humanidad y esclarecer el destino de los desaparecidos. A casi un año del comunicado eperrista, cuando lanzó la propuesta de una mediación, lo que se ha logrado con respecto a conocer las circunstancias que rodearon la detención-desaparición fue el resultado de las labores realizadas por la Comed; más aún, la recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos llega a conclusiones (insatisfactorias para la comisión) que únicamente fueron posibles debido a esa razón y no por alguna otra circunstancia. Por lo tanto, permitir e incentivar el agotamiento de la mediación ha sido una decisión política deliberada. Y el mensaje surge de inmediato: los desaparecidos continuarán en esta misma e indefinida situación, condenados a una ausencia sin plazo; pero también permanecerá intacto el riesgo de que los responsables continúen actuando de la misma manera. Cabe acotar que la mediación no fue descalificada como tal, aunque procesos históricos similares son evaluados con una larga sombra de escepticismo y, como producto de ello, hasta con indiferencia. México no cuenta con experiencias positivas porque cualquier antecedente de negociación y/o diálogo entre autoridades y alzados remite a fracasos. En este sentido, se descubre en parte la razón de que “nada ha cambiado”, al menos desde tiempos de la guerra sucia, y como hecho más extremo subsiste la desconfianza hacia los procesos institucionales y políticos, sean éstos independientes y cualquiera que fuesen sus características. Pero también se ha incomprendido el significado de la Comed en el contexto actual, tanto en su importancia intrínseca como así también por la urgente necesidad de sentar las bases para que se evite la consumación de nuevos delitos de esta especie. Para ello se empujó al descreimiento de esta instancia debido a que son débiles las expectativas para encontrar a los desaparecidos. De esta manera, se le asocia con la idea de la inutilidad de este tipo de medios, en este caso la mediación; también con la imposibilidad para alcanzar los objetivos propuestos (“nunca se podrá saber qué pasó con ellos”) y se le contrapone con la idea de que todo ha sido decidido y resuelto en otros ámbitos y lugares de antemano; esto es, aceptar la impunidad como el factor excluyente de cualquier recurso institucional y democrático. Por su parte, y aun cuando descree en los canales legales e institucionales de participación política, el PDPR-EPR ha comprendido que avanzar con su sola denuncia tampoco hubiese alcanzado para imponer su demanda por los desaparecidos en la sociedad; pero de cualquier manera optó por la vía exclusivamente política (que podría considerarse tanto como la instancia superadora de su campaña militar como también su conclusión por los costos que ella demandó) que desembocó en la propuesta de la intermediación. La importancia de ese mensaje tampoco fue comprendida cabalmente. La mediación ha sido, en definitiva, el dique de contención de una realidad dicotómica y polarizada, planteada en términos excluyentes de amigo/enemigo. Con la disolución de la Comed, la coyuntura no tiene más espacios para volver a empezar, lo que implica un retroceso en todo sentido del término. La comisión no ha sido vaciada de su contenido sino que, por el contrario, queda todo el reflejo del trabajo realizado. Tras de sí, sólo restará conocer la verdad, porque lo demás ya no tiene sentido. Investigador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados, |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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