Pedro Matías La derrota electoral del PRI en Oaxaca no desactivó el terror que Ulises Ruiz institucionalizó como su principal instrumento de control. De hecho, legisladores, dirigentes sociales y obispos temen que el mandatario saliente quiera desestabilizar al estado para mantener impunes sus actos de represión y de presunta corrupción. Y en efecto, en el último tramo de su mandato se desató una espiral de violencia política que segó la vida de opositores como Catarino Torres y Heriberto Pazos. Las cifras que no aparecen en el sexto y último informe del gobernador Ulises Ruiz, el lunes 15, son los 200 asesinatos de luchadores sociales, políticos opositores y representantes indígenas: los llamados “archivos incómodos” de la administración saliente. Entre los legajos se perderán las más de 600 detenciones, los 380 casos de tortura, las siete desapariciones forzadas, los innumerables secuestros, los asesinatos de cuatro periodistas y otros agravios que siguen impunes, pese a que están documentados de sobra por organismos civiles de derechos humanos. También permanecen sin cumplir mil 264 medidas cautelares dictadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor de periodistas, activistas, sacerdotes y pueblos enteros, lo mismo que las nueve solicitudes de juicio político contra Ulises Ruiz que no prosperaron. El mismo destino tuvieron las 40 controversias constitucionales interpuestas contra el gobernador por la destitución de funcionarios, discrepancias en la asignación de recursos públicos a los municipios y la revocación del mandato constitucional, principalmente de presidentes municipales. Durante su campaña electoral, en 2004, Ulises Ruiz Ortiz se promovió como “el Benito Juárez del siglo XXI”, pero a decir del sociólogo Porfirio Santibáñez, como gobernador se convirtió en un “Porfirio Díaz, el dictador de esta época”. Un “accidente automovilístico” del precandidato Aquiles López Sosa encaminó a Ulises Ruiz a la candidatura del PRI para la gubernatura. Ya en campaña, en julio de 2004, los priistas, azuzados por el actual diputado federal Elpidio Concha Arellano, mataron a garrotazos al profesor Serafín García Contreras, quien les estorbaba un acto proselitista en Huautla de Jiménez. “Sólo Dios quita y pone a las gobernantes”, proclamó Ruiz cuando los maestros y la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) exigían su renuncia en 2006. Sin embargo, esa seguridad no provenía de su mística, sino del poder de su partido, el PRI, en el Congreso de la Unión: nunca se le fincó juicio político, pese a que con sus actos de gobierno y la represión sistemática como respuesta a toda protesta enconó al estado. Incluso la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que comprobó la responsabilidad de Ruiz en los daños institucionales y la violación de derechos humanos de la población, tuvo que concretarse a emitir un dictamen que no obliga a sancionarlo legalmente. En cuanto al debilitado Poder Ejecutivo, encabezado por el PAN, de entrada tuvo que pactar con el PRI de Ulises para mantenerse en el poder. Apegado a su anuncio de campaña: “Ni marchas ni plantones”, en su primer año de gobierno Ruiz Ortiz se dedicó a reprimir a organizaciones civiles y encarcelar a sus líderes, a perseguir a sus opositores. El investigador del Instituto de Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Porfirio Santibáñez Orozco, afirma que los dos sexenios más trágicos de esta época han sido el de José Murat (1998-2004) y el de Ulises Ruiz (2004-2010). El de Murat inició con atentados contra el entonces senador perredista Héctor Sánchez López y el activista Heriberto Pazos, del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT) en 1999, para culminar con un presunto autoatentado y que Santibáñez califica de “un atentado, pero contra el sentido común”. Pero Ulises Ruiz de plano “no tiene límites –continúa el investigador– porque desde antes de iniciar su mandato ya viene manchado de sangre con la muerte a palos del maestro Serafín García Contreras. Lo más grotesco fue que premió a los autores materiales e intelectuales con una diputación federal, como es el caso de Elpidio Concha, y a los otros los hizo candidatos”, precisó. Advierte el académico que con “el hecho de que haya impunidad, lo que se permite se reproduce, y esa impunidad está disfrazada con supuestas investigaciones que no son tales”. A su parecer, la violencia está muy dirigida y tiene como propósito atemorizar. Además de los líderes políticos y campesinos asesinados, en otros casos, como el de los jefes policiacos Alejandro Barrita y Aristeo López, o el de los porros Rubén Marmolejo El Dragón y José María González Porras, “es clarísimo que el móvil es que no se sepan algunos pormenores de cómo se instrumentó la represión en 2006, quién tomó las decisiones y todos los detalles de la parte oscura del lado gubernamental, que fue cruenta e inútil porque no resolvió nada”. Su conclusión es que “los crímenes tienen una relación muy directa con la corrupción, el autoritarismo y la impunidad como una manera de hacer política, la cual ya se vio que no funciona”. De Juárez a Díaz El maestro Santibáñez dice que la historia no se repite, pero algunos símbolos sí, como sucedió con Ulises Ruiz: en campaña se promovió como el Benito Juárez del siglo XXI y terminó por mimetizarse con la figura del dictador Porfirio Díaz. Ruiz no sólo le puso el nombre de “General Porfirio Díaz Mori” al complejo de oficinas de Ciudad Judicial, sino que en 2006 utilizó procedimientos porfiristas para enfrentar a los movimientos sociales: recluyó a cuanto disidente pudo a las cárceles más alejadas de sus centros de acción. A muchos de ellos Díaz los envió al municipio de Valle Nacional o a Yucatán, mientras que Ruiz envió a los miembros de la APPO a penales de alta seguridad de Nayarit y del Estado de México. “Yo creo que hay actitudes simbólicas. Una de ellas es la política que en el siglo XIX fue de pan y palo, y ahora se reproduce con destierro, encierro o entierro”, resume el académico. Por si hicieran falta ejemplos, menciona a los activistas sociales Ramiro Aragón, asilado en Estados Unidos, y Raúl Gatica, que se encuentra en Canadá; así como al exlíder magisterial Enrique Rueda Pacheco, aunque él está fuera para protegerlo de quienes fueron sus compañeros, como premio por los buenos oficios que le hizo al gobernador durante el conflicto con la APPO. Recuerda el acoso a las defensoras de los derechos humanos Yésica Sánchez Maya y Aline Castellanos Jurado, igual que a integrantes y simpatizantes de la APPO, como la doctora Berta Muñoz, la maestra Carmen López Vásquez, Alejandro Cruz, Jacqueline Hernández Almazán y Germán Mendoza Nube. A juicio de Santibáñez, la represión generalizada “funcionó en las etapas más autoritarias del régimen priista, y aquí en Oaxaca, uno de los últimos reductos del Jurásico, de la tiranía, es emblemática”. Durante el conflicto de 2006, la policía oaxaqueña detuvo a 502 personas y las sometió a toda clase de tortura. Pero la tónica de la administración la dan alrededor de 200 asesinados, entre los que destacan César Toimil, líder del Consejo Regional Obrero Campesino Urbano de Tuxtepec; la candidata del PRD a la presidencia municipal de San José Estancia Grande, Guadalupe Ávila Salinas; el líder perredista en Ejutla, Félix Cruz Barrita; y la exdirigente del mismo partido, Beatriz López Leyva. También se recuerdan por su impacto social las ejecuciones de Margarito Montes Parra, líder nacional de la Unión General Obrera, Campesina y Popular (UGOCP), el líder natural triqui Timoteo Alejandro Ramírez; el líder del Comité de Defensa Ciudadana (Codeci), Catarino Torres Pereda; y el reciente asesinato del máximo dirigente del MULT y del Partido Unidad Popular, Heriberto Pazos Ortiz. Ensangrentado llegó… Para el apoderado legal de la arquidiócesis de Antequera-Oaxaca, Francisco Wilfrido Mayrén Peláez, “aquellos que llegaron ensangrentados, se van ensangrentados y llevarán siempre el oprobio del crimen y del asesinato en las manos, en el corazón y en la frente”. El también coordinador de la Comisión Diocesana de Paz y Justicia consideró que “es demasiado sospechosa la muerte de dos líderes, como Catarino Torres y Heriberto Pazos; sin embargo, más tarde que temprano se aclararán, aún cuando las instituciones encargadas de investigar los delitos se vean rebasadas y torpes”. No obstante, alerta: “Hay que tener mucho cuidado porque el dinosaurio está herido y tiene mucho miedo por todas las trampas y crímenes que cometió. Los coletazos son peligrosos, debemos tener mucho cuidado porque ese miedo que tienen los llevan a cometer estupideces”. Otro prelado, el obispo emérito de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes, manifiesta que la administración saliente, “una vez que perdió la elección, dejó de gobernar y ahora no hay leyes, no hay instituciones, no hay orden, desapareció la autoridad; ahora brotan por donde quiera en Oaxaca terribles problemas sociales y hay que dar la cara”. Coincide con Mayrén: “Lo triste es que llegan manchados de sangre y falta un mes; todavía pueden hacer muchas cosas. No se vale que le pase esto a Oaxaca”. Flavio Sosa Villavicencio, que asume el lunes 15 como diputado local del Partido del Trabajo y fue uno de los dirigentes de la APPO durante el conflicto de 2006, acusa a Ulises Ruiz de diseñar una política de terrorismo de Estado. Recuerda que para intimidar a los manifestantes, al principio de su sexenio Ruiz enviaba convoyes policiacos adelante y atrás de los contingentes. En una ocasión ordenó reprimir a unas mujeres que marchaban para conmemorar su día internacional. Su propósito “era sembrar miedo en la lógica de Maquiavelo: si no te aman, que te teman”. Y “¿quién no va a temer a un gobierno que te desaparece, que te levanta, que te tortura? (Los priistas) actuaron más como mafia que como gobernantes; no son estadistas, son terroristas”, dice Sosa. Antes “se decía que eran expertos en defraudación electoral, pero fueron derrotados en 2010. Lo que no hemos podido derrotar es su política de terror. Tal vez en 2006 se logró derrotar el terror con la movilización popular, aunque se mantuvieron a sangre y fuego. Ahora sólo esperamos que ya se vayan de Oaxaca porque esto es como una pesadilla”. Sosa Villavicencio quien estuvo encarcelado en el penal de máxima seguridad del Altiplano por su participación en el conflicto de 2006, también opina que Oaxaca está en una etapa peligrosa. Explica que “el temor más grande de Ulises es verse en la cárcel, entonces trata de sembrar inestabilidad para pretender impunidad. Mandó el mensaje: cuidado, no te metas conmigo porque en cualquier momento te desestabilizo el estado”. Otra hipótesis es que, “con los asesinatos de Catarino y Heriberto, pretende tender una cortina de humo para desviar la atención del caso Miguel Ángel Ortega Habib (su secretario de Finanzas, envuelto en un escándalo de corrupción) y ocultar el millonario desvío de recursos a través del lavado de dinero”. Y es que, afirma Sosa, “este sexenio fue la corrupción y la impunidad, con los negocios de las constructoras, las compras de terrenos en Huatulco, en Puerto Escondido, con sospechosos proyectos, como Punta Colorada y El Secreto del Puerto, sus departamentos en Miami y España…”. Agrega que 80% de las carreteras estatales están destrozadas y los ayuntamientos están en bancarrota. “En Oaxaca se experimentaron en este sexenio todos los modelos de combate a las oposiciones, que van desde la cooptación hasta las brigadas paramilitares, la desaparición política y la tortura, es decir, los mecanismos ensayados en la década de la guerra sucia se aplicaron durante 2006”. Para el petista, si no hay una verdadera transición democrática, lo que sigue en Oaxaca es la lucha armada. En suma, “Ulises Ruiz debe ser juzgado por los crímenes que cometió, por el estado de desastre en que dejó a Oaxaca, por la violación a los derechos humanos como lo marcó la Corte, por los desaparecidos políticos. Pero contrariamente a nosotros, él debe tener un juicio justo, es decir, con un jurado imparcial que lo escuche y analice sus pruebas. No debería ir a la cárcel de máxima seguridad como nosotros, sin determinar su perfil criminal”. Pero no todas las críticas provienen de las organizaciones civiles ni de los partidos rivales. Priistas identificados con el exgobernador José Murat se declararon “hartos de la corrupción, de las imposiciones y de la burbuja que secuestró al PRI” e iniciaron un procedimiento para defenestrar a su dirigente estatal y operador de Ulises Ruiz, Eviel Pérez Magaña. Los exdiputados locales Arquímedes García Caballero y Reyna Vega, así como el exdirector de protección civil en la capital del estado, Abraham Arrazola, se refirieron así al gobernador y a su grupo cercano: el diputado federal, Héctor Pablo Ramírez Leyva; el exsecretario general de Gobierno, Jorge Toledo Luis; el coordinador de delegaciones de Gobierno, Alejandro Avilés; el coordinador del Comité de Planeación, Bulmaro Rito Salinas, y el legislador local Jorge Guerrero. “Ellos son los que secuestraron al partido –sostiene García Caballero–, ellos son los que llevaron a que el partido cosechara esa derrota vergonzante en razón a que pierde el gobierno del estado, el congreso y los municipios más grandes y con mayor rentabilidad electoral.” Según él, “no perdió el PRI, sino Ulises Ruiz, Eviel Pérez Magaña y la burbuja, porque hubo mucha corrupción de esta camarilla. Jamás gobernaron Oaxaca, y la prueba más clara lo conoce el mundo entero: el conflicto sociopolítico de 2006”. |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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