“La memoria visual histórica de un país está en su cinematografía”, escribió Olga Rodríguez Cruz en su libro El 68 en el cine mexicano (2000)*, compendio de entrevistas a realizadores nacionales que, ya sea de manera directa o tangencial, en formato documental o de ficción, han tratado el movimiento estudiantil de 1968 y los acontecimientos del 2 de octubre en Tlatelolco. A lo largo de sus páginas, Rodríguez Cruz hace un recorrido por 30 años de producciones audiovisuales que no olvidan y que reviven una herida que se niega a cerrarse. Hoy, a cuatro décadas de la masacre, esa herida sigue igual, abierta, a decir de José Luis Reza, cineasta egresado del Centro universitario de estudios cinematográficos (CUEC) de la UNAM, generación 1989. Reza, como Rodríguez Cruz, considera que el cine, así como los medios de comunicación, es parte de la memoria histórica de México. Sin embargo, “una película puede influir en la sociedad, pero no es fundamental en la toma de decisiones de la conciencia colectiva. Los acontecimientos ahí están, los afectados están muy dolidos aún y hasta que no haya una justicia real y se lleve a juicio a los responsables no se va a lograr estabilidad social”. Reza y sus contemporáneos del CUEC son de la generación pos 68. Algunos sólo tienen recuerdos fugaces de la matanza de Tlatelolco. Otros más se acercaron a esta página de la historia a través de sus cursos de cine con documentales como El grito (1968), de Leobaldo López Arretche. “Cuando sucedió la masacre yo tenía 10 años y estaba encerrado dentro del edificio 2 de abril, que da a la plaza de las Tres culturas en Tlatelolco”, recuerda Reza. “Yo tenía ese referente en la mente y ya como estudiante, a los 19 o 20 años, cuando vi El grito, fue que, como dicen, me cayó el veinte. Cuando veo la película de Leobardo, empiezo a pegar las piezas de los acontecimientos. A mí lo que me impactó fue el contenido y a pesar de ser estudiante de cine no me fijé en la fotografía o la estructura del guión, que era el tema de esa clase”. La cinta de López Arretche es quizá el documento audiovisual más importante sobre el movimiento estudiantil al ser el mayor registro de imágenes originales sobre las distintas marchas y reuniones ocurridas de agosto a octubre de 1968, captadas por cerca de 20 estudiantes del CUEC que conformaban su primera generación. Es asimismo el primer proyecto de la escuela de cine que decidió convertirse “en el centro de reunión testimonial para cubrir las necesidades de información del pequeño grupo estudiantil, con el propósito de obtener datos fidedignos por parte de los actores: los mismos estudiantes”, según relata la realizadora Marcela Fernández Violante en el libro de Rodríguez Cruz. De acuerdo a Rodríguez Cruz, El grito es “el retrato más fiel que se haya tomado hasta nuestros días” y es así que el primer capítulo de El 68 en el cine mexicano está dedicado a esta cinta a través de los testimonios de Fernández Violante, Alfredo Joskowicz, Ramón Aupart, Ramón Placencia y Jorge de la Rosa, éste último uno de los fotógrafos del documental. “Una de las manifestaciones que más recuerdo es la de las antorchas”, cuenta De la Rosa. “Llegué al zócalo (...) y la primera barrera que encontramos fue plantearnos: ¿desde qué lugar íbamos a hacer la escena? No hallábamos sitio al que pudiéramos acceder, lo único que mirábamos era el Palacio Nacional, la Catedral y el departamento del DF (...) Ante esa sensación de impotencia me di vuelta y observé un edificio en la calle de Moneda. Penetramos y en la azotea mi primera sorpresa fue avistar a familias que rentaban pequeñas casas de madera. Era un México que no conocía, pero ésa fue la menor impresión”. Además del documental, la ficción nacional también ha sido nutrida por esta tragedia. En opinión de Reza, la mejor película de ficción que se ha filmado sobre la noche del 2 de octubre es Rojo amanecer (1989), de Jorge Fons, cinta que con recursos limitados, proporcionados por los actores Héctor Bonilla y Valentín Trujillo, construye la atmósfera y la tensión adecuadas a todos los acontecimientos. Con un guión de Xavier Robles, Rojo amanecer nunca muestra los acontecimientos de la plaza de las Tres culturas sino que los aborda desde la perspectiva de una familia que vive en un departamento aledaño al lugar. A pesar de no recrear la matanza, Fons era conciente de las dificultades que enfrentaría para que la historia fuera aprobada por Gobernación. “Los productores mentaban que el guión no iba a pasar la aduana de Supervisión; teníamos un amigo que trabajaba precisamente en esa dependencia y decidimos que lo leyera en privado y nos diera su opinión”, comentó el director a Rodríguez Cruz. “Con posterioridad nos citó y nos dijo: ‘Ustedes son mis amigos: no intenten hacerla, van a acabar perdiendo su tiempo y desilusionándose’ (...) Al salir le pregunté a Héctor Bonilla: ‘¿qué hacemos? (...) Héctor finalmente dijo: ‘Vamos a producirla por la libre, en secreto, a lo pobre, con el poco dinero que tengamos, sin el permiso de ninguna especie, a ver dónde nos paran y si no nos detienen terminamos y a ver qué pasa’“ “Por las noches nos acompañábamos (...) nos daba miedo que en cualquier momento pudieran interrumpir el rodaje o secuestrar a alguno de los que intervenimos y que ahí se acabara nuestro trabajo. Vivimos tres semanas con esa emoción extra”. Casi 20 años después de la cinta de Fons, aún no existe una película que haya recreado la movilización estudiantil en su totalidad. Desde hace algunos años se habla de la producción de México ‘68, cinta que dirigiría Alfonso Cuarón con un guión de Vicente Leñero, pero hasta este momento el proyecto sigue en espera. Y mientras tanto, las generaciones actuales reviven un evento lejano, ya sea a través de documentales o películas de ficción. Lo importante es no olvidar, para evitar que hechos como los del 2 de octubre de 1968 se repitan. *El 68 en el cine mexicano es una co–edición de la Universidad Iberoamericana, Puebla, la Universidad Autónoma de Puebla, la delegación Coyoacán del gobierno del DF y el Instituto Tlaxcalteca de cultura.
A cuatro décadas de la masacre de Tlatelolco, el cine mantiene la memoria de la herida
Alonso Fragua
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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