Derechos Humanos y PobrezaPor Alfredo Velarde/Machetearte A punto de cumplirse el 60 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , adoptada el 10 de Diciembre de 1948 , resulta oportuno interrogarnos sobre la actualidad y la vigencia del relevante e histórico pronunciamiento que importa referir, en virtud a que entre más se desgasta el agotado neoliberalismo económico , mayores son las vulnerabilidades sociales que, en materia de derechos humanos , se difunden por doquier. En tal sentido, México no es excepción alguna a tan lamentable estado de cosas en el mundo, ni en materia de los derechos humanos en general , ni en el caso particular de la pobreza que deseo ilustrar , en tanto vulnerado derecho humano económico . Dada la naturaleza tan amplia que la oceánica temática supone, me refiero sólo aquí al lacerante caso económico que dimanan de una creciente y cada vez más agudizada condición de pobreza que padecen más de las tres cuartas partes de los mexicanos, no obstante el explícito pronunciamiento que la Constitución en su asediado Artículo 123 (a casi un siglo la Revolución Mexicana ) y la misma Ley Federal del Trabajo , reconocen la obligatoriedad porque el salario sea remunerador y garante de condiciones de vida dignas para el hoy tan golpeado mundo del trabajo. Podemos señalar que el momento histórico contemporáneo del capitalismo internacional “globalizado” , se singulariza por el fuerte acotamiento y la propensión por nulificar el cumplimiento expedito de los derechos humanos. Ejemplo ostensiblemente claro de este problema de derechos humanos, como ocurre en el caso de la intolerancia racial , o como en el caso de la discriminación homófoba ante las preferencias sexuales distintas , o como en el caso de la discriminación de género y violencia machista contra las mujeres , y aún en el caso-límite de la criminalización de la protesta social , por señalar otros casos, se sustenta en la relación conflictiva y la enorme distancia que existe, entre el espíritu y el propio cuerpo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y sus preceptos, y la realidad objetiva que contrasta rotundamente con aquella. En ese orden de ideas, la pobreza es, acaso, una de las más abominables formas en que la Declaración pareciera ser palabra muerta y que obliga a la lucha social para revertir esta dolorosa condición a fin de refundamentar y ampliar a la propia Declaración más allá de su texto original. La vigencia del espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , no obstante la obsolescencia relativa en los alcances de algunas de sus definiciones originarias más importantes ante la realidad cambiante del mundo y que logró la amplificación del propio concepto de derechos humanos como no se sospechaba entonces, cuando la Declaración fue escrita, se revela en el hecho de que la violencia (y la pobreza es un acontecimiento radicalmente violento en contra de muchos millones en México y el mundo) ha terminado por convertirse en un gravísimo problema estructural del capitalismo de nuestros días. Como lo dice al respecto muy bien la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos “Todos los derechos para todos y todas” , cuando respecto de la pobreza afirma esclarecida, lo siguiente: “La pobreza constituye una violación generalizada a los derechos humanos, en particular de los derechos sociales básicos. Según cifras conservadoras, en México el 42% de la población vive en la pobreza, y casi el 4% vive en pobreza extrema. Según el propio Banco Mundial, la pobreza en México es del 50%. Esta violación generalizada se torna más escandalosa si consideramos que Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, concentra casi el 8% del PIB en México, y que las 38 familias más ricas de México concentran el 14.4% del PIB, mientras que el 10% más pobre (más de 10 millones) recibe el 1.6% del PIB, y el 60% de la población más pobre (más de 60 millones de personas) concentra tan sólo el 27.6% del PIB. Según el PNUD, si se transfiriera tan sólo el 5% del ingreso del 20% más rico de la población en México a los más pobres, saldrían de la pobreza aproximadamente 12 millones de mexicanas y mexicanos” . Estas cifras, no obstante su carácter conservador, son escalofriantes. Si se observa su procedencia, en la mayor parte de los casos, provienen de organismos oficiales. De manera que, si hay alguna crítica que hay que hacerles, es su tendencia a maquillar la realidad atenuando los índices de pobreza reales que retratarían un mundo verdaderamente dantesco como el que México encarna en medio de la tremenda polarización social y las inhumanas condiciones de injusta explotación del trabajo. Pero pese a todo coadyuvan a revelar, la tremenda concentración del ingreso que existe en nuestro país y que nos invita a luchar movilizadamente con organización ante la urgencia conque debe afirmarse el derecho humano a una vida digna y a detentar un empleo con salario remunerador para todos. Sobre todo, porque en el capitalismo, nos habíamos acostumbrado a sostener que, la peor condición revelada como resultado de la existencia productora y reproductora de la plusvalía social en que el propio capitalismo se sustenta, era la del proletariado en el ortodoxo sentido clásico de la toral reflexión marxista. Y hoy, lamentablemente, sólo hay una condición peor que ser obrero asalariado urbano o rural en éste México desgarrado nuestro. ¿Cuál es ésta? No serlo, dicho así simple y sencillamente hablando, justo cuando el desempleo estructural engrosa las filas de quienes han sido expulsados definitivamente de todo circuito de asalarización. En general, la vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , no tiene tanto que ver con su contenido formal que, en seis décadas, requiere adiciones importantes, sino, sobre todo, con la recuperación amplificada de su espíritu y de la constructiva voluntad que la hizo posible. Sin embargo, acotar y circunscribir la lucha afirmativa por los derechos humanos a las coordenadas intrasistémicas , implica el riesgo de suponer que una presunta iniciativa global, orientada a favor de un capitalismo de reformas, puede conducir a la evanescente idea sobre un posible “capitalismo con rostro humano” en el que no creo y que, económicamente, están ahí los datos para el que quiera extraer conclusiones objetivas de los mismos. |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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