La RevoluciónSociedad abiertaERNESTO REYES En una ocasión – un profesor democrático por cierto- decía muy convencido que por una cuestión natural en el 2010 iba a sobrevenir el cambio, la revolución, porque el pueblo ya no aguantaba esta forma de gobierno. La mejor prueba según él, era el proceso político y social de Oaxaca que había puesto las cosas en ebullición al punto de que con cualquier chispa la pradera oaxaqueña se incendiaría. Alguien, muy ilustrado y docto le contestó que los procesos sociales no tienen nada que ver con los procesos naturales, por lo que se engañan soberanamente quienes afirman que una nueva transformación social arribará cuando se cumplan los dos centenarios de la Revolución de Independencia y el primero de la Revolución Mexicana. Creer que la vida de las sociedades es cíclica es equivocado, mucho menos dar pávulo a las coincidencias o los maleficios. Ayer se cumplieron 98 del movimiento armado y mientras las escuelas con sus desfiles, los políticos con sus discursos y la gente observando, muy poca gente acaso – entre los que me encuentro obviamente- tiene la claridad suficiente para avizorar lo que le depara a México si estando inmerso en un proceso de crisis económica internacional, sus propios habitantes no hacemos nada para procurar e impulsar los cambios. Se engaña rotundamente quien hubiera creído que el conflicto social agudizado en el 2006 era el preámbulo de una revolución y que como castillo de naipes se iba a derrumbar la estructura estatal, para dar paso a un proceso de desmantelamiento de las instituciones y en su lugar poner a un gobierno del pueblo que se hiciera cargo de la conducción del Estado. La represión del 25 de noviembre de ése año, con su cauda de agresiones, agravios y detenciones que continuaron en los días posteriores, echó por tierra cualquier especulación en este sentido. Sin embargo, que no haya sobrevenido la Revolución no implica que la actitud de los oaxaqueños y oaxaqueñas no hubiera cambiado y que a partir de dicha crisis la sociedad asuma una actitud diferente, porque es innegable que las movilizaciones –y la respuesta del Estado para acallar las críticas- no hayan surtido un efecto liberador en las conciencias de miles y miles de ciudadanos que desde hace mucho tiempo – no sólo del 2006- han buscado la transformación de las condiciones políticas, económicas y sociales de la entidad. Se engañan también quienes sin una visión histórica creen que los movimientos sociales nacieron hace dos años. Las luchas por la democracia, la independencia sindical, la libertad de expresión, el reconocimiento a la autonomía indígena, la economía y la educación popular, y la reivindicación de los campesinos, etcétera, se pierde en el horizonte de décadas anteriores, enmarcadas en un contexto nacional e internacional de luchas liberadoras. No por nada el movimiento democrático magisterial tiene más de un cuarto de siglo. Pero las luchas contra el autoritarismo gubernamental en sus diversas épocas y con diferentes actores, llevan más tiempo. En el 2006, muchas de estas cosas añejas hicieron crisis, y tocó a nuevas y viejas generaciones actuar en consecuencia. Fue un año duro y venturoso de definiciones porque Oaxaca se polarizó y casi nadie dejó de estar de un lado o de otro, según sus principios o causas particulares o colectivas. Ahora que hasta en las protestas se recuerda a Zapata y a Villa - incluso hasta al Che Guevara, símbolo rebelde de las juventudes que no pasan-, hemos de recordar que en la célebre entrevista de Xochimilco, celebrada el 4 de diciembre de 1914, los jefes del Ejército Libertador del Sur y de la poderosa División del Norte no acordaron grandes cosas ni se inmiscuyeron en grandes discusiones teóricas, sino simplemente dijeron algo más o menos así: cada quien debe hacer lo que le corresponde: Yo me voy al sur- dijo Zapata- ; y yo pál Norte, acotó Villa, a seguir luchando por lo que queremos. La gran lección de estos revolucionarios mexicanos es que en lugar de pasárselas discutiendo tácticas y estrategias para hacer la revolución, es mejor que cada quien haga su tarea, aunque en ello se les vaya la vida. La Revolución no debe ser un argumento que se lleva en la boca, acaso para vivir de ella, pero sí en el alma para actuar en consecuencia. Contactos: Ernesto_reyes_647@hotmail.com |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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