Uribe o la pazAmpliar la imagen Álvaro Uribe, ayer durante una ceremonia militar en Bogotá Foto: Ap Con independencia del gobierno que vaya a emprender, la victoria de Barack Obama tiene en lo inmediato dos significados sumamente importantes: por un lado, representa el rechazo mayoritario de la ciudadanía de Estados Unidos al gobierno de Bush. Por otro, la movilización e incorporación a la vida política de grandes contingentes, comúnmente alejados de ella: negros, latinos y jóvenes. Recaen sobre Obama dos pesadas herencias: la primera de ellas, la crisis económica, iniciada como crisis financiera, que se extiende al sector productivo (General Motors afirma que hace esfuerzos por no fallar) y genera una recesión de proporciones enormes. La segunda, las guerras infinitas del gobierno de Bush (responsable del aislamiento que, por ejemplo, hace que en Pakistán –aliado esencial de Estados Unidos en la guerra contra Afganistán y Al Qaeda– Bin Laden tenga apoyo de 34 por ciento de la población, mientras el de Washington sea apenas de 19 por ciento, casi la mitad). Salir de Irak no es tan fácil como Obama dice. Como le preguntan los halcones: “¿Saldremos derrotados?” Es un cuestionamiento grave para la única superpotencia actual en el mundo, además del tema del abastecimiento de petróleo y de la influencia de Irán sobre el Irak chiíta. Sin embargo, Obama podrá avanzar en la desarticulación del epicentro latinoamericano de las guerras infinitas de Bush, ayudando a terminar con la situación de conflicto que se vive en Colombia con apoyo directo de Estados Unidos (en la llamada Operación Colombia), además de levantar inmediatamente el bloqueo contra Cuba. Aquel país se volvió el gran aliado estadunidense en la región, convirtiéndose en uno de los responsables del aislamiento y la pésima imagen de Washington en América Latina, algo que debiera tener en cuenta Obama si quiere proyectar una nueva imagen en el continente. Lo paradójico es que, al final de ciertas acciones –algunas con éxito, como las de cambio de prisioneros que tuvieron a Hugo Chávez como protagonista central–, Uribe haya salido fortalecido en lo interno y lo externo. En lo interno, parece haber impuesto la visión de que las soluciones militares son posibles para acabar con el conflicto, con el que él no quiere terminar, porque obtiene de allí el apoyo interno que posee, consciente de que militarmente no se ganará el conflicto, pero lo prolonga lo suficiente para buscar obtener un tercer mandato e intentar desaparecer las soluciones políticas a la guerra. Pero Uribe también ganó espacio externos que no tenía. Los crímenes cometidos por su gobierno –de los cuales la última revelación fue que centenares de jóvenes fueron ejecutados por oficiales de las fuerzas armadas que difundieron la idea de que se trataba de enemigos muertos en combate (por lo que hubo que juzgar y encarcelar a altos oficiales del ejército), sin que las imágenes de los ultimados hayan sido mínimamente difundidas por la prensa nacional e internacional, al contrario de lo sucedido con la de Ingrid Betancourt– parecen, hasta aquí, no desgastarlo. Uribe consiguió prácticamente circunscribir la violencia en Colombia a la ejercida por las FARC. Parecería que ya no existen secuestros o presos por parte del régimen –ya no se habla de intercambio de prisioneros, sólo de liberación unilateral por la guerrilla–; únicamente los retenidos por los insurgentes. Reunidos en París en noviembre, bajo el patrocinio de Sécours Catholique, dirigentes de varias organizaciones políticas –Polo Democrático y los partidos Liberal y Conservador– discutieron opciones sobre la crisis colombiana, y existe consenso de que las soluciones militares, además de injustas, son inalcanzables, y que es preciso buscar alternativas políticas. Por lo tanto, para que éstas sean posibles es necesario que las partes en conflicto recurran a la negociación. Hoy las FARC, duramente golpeadas política y militarmente, pueden estar más inclinadas a las soluciones negociadas (hubo una respuesta positiva de éstas a la solicitud de 113 intelectuales colombianos demandando el intercambio de prisioneros, lo que se entiende como una primera reacción en esa dirección). Sin embargo, Uribe no percibe por qué deba negociar, se siente fuerte e intenta conquistar un tercer mandato presidencial, mientras se suscriben apoyos para una nueva imposición violenta de un cambio constitucional. Uribe sólo sufriría un golpe político si no puede obtener un tercer mandato y/o si el nuevo gobierno de Estados Unidos, aparte de confirmar el rechazo a la firma del Tratado de Libre Comercio –debido al fortalecimiento de los demócratas en la Cámara de Representantes–, termina con la Operación Colombia y convence a este presidente de que participe en negociaciones políticas que terminen con la guerra en su país. Además, está claro que el trabajo persistente de denuncia de los crímenes del régimen, hecho por las organizaciones políticas y sociales colombianas, lleva al gobierno a una situación de debilitamiento que puede impedir la relección de Uribe y fortalece una oposición unificada que puede conducir a la victoria de un candidato democrático en las elecciones presidenciales de 2010. La guerra en Colombia es la situación más grave que vive el continente, por las violaciones sistemáticas a los derechos humanos –de la que los más de 3 millones de colombianos desplazados son uno de los aspectos más brutales y menos difundidos–; por la contribución al narcotráfico –que aumentó a lo largo de los años de gobierno de Uribe– y por los riesgos de enfrentamientos con países vecinos. Promover la paz en el continente, avanzar en los procesos de integración regional, suponen acciones de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), del nuevo gobierno de Estados Unidos y de los movimientos populares del continente, que deben acabar con la guerra y la represión en Colombia, para lo cual la derrota de Uribe –como cabeza articuladora del bloque en el poder– es una condición esencial. Traducción: Ruben Montedónico |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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