No se dispone de tiempo mental para otro tema: las granadas arrojadas miserablemente a la multitud en Morelia y los 24 jóvenes albañiles asesinados en Huixquilucan y cuyos cadáveres aparecieron en La Marquesa. Esto en el centro de la obsesión evocativa; al lado: Los miles de ejecutados, por lo común integrantes del narcotráfico, pero, crecientemente, personas que allí se hallaban, por esa casualidad que ya no lo es tanto. — Los secuestros, que han desmoralizado y en gran medida desmovilizado a la sociedad y cuyo ejemplo más trágico es el del niño Fernando Martí, pero que no se confina en una clase social; abarca incluso a los habitantes de colonias populares. En días pasados, una criatura en una zona pobre fue asesinada porque, de seguro, sus padres no pudieron pagar el rescate. Caen algunas bandas, pero el mecanismo sigue inalterado. — Los “levantones”, anuncios irremisibles del asesinato o de los asesinatos de los “levantados”, previa tortura y angustia de las familias — Las pruebas de la prepotencia: así, por ejemplo, el joven militar herido por unos “desconocidos” (ya sinónimo del narco) al que recoge una ambulancia que huye perseguida por los asesinos frustrados; así, por ejemplo, en un número elevado de ciudades las incursiones de los narcos en las discos, que cierran y donde obligan a las jóvenes a bailar con ellos; así, por ejemplo, los asaltos en la frontera Norte a restaurantes a la hora de la comida, con el despojo consiguiente y la fuga del grupo delincuencial con varios de los automóviles (choferes no les faltan). — El aniquilamiento de la vida nocturna en las ciudades de la frontera Norte, y no sólo allí. Salir a cenar, al teatro o al cine se vuelve una “aventura” al margen de las consecuencias específicas. — La angustia de los padres de familia que aguardan la llegada de sus hijos con impaciencia creciente y que se han vuelto adictos, de otra manera, del celular. A eso se agregan los telefonemas, generalmente falsos, en los que voces como de doblaje aseguran que tienen secuestrado al hijo o la hija, y exigen del padre o de la madre que lleve una cantidad de dinero a un estacionamiento. — La salida de México de un número significativo de personas, hartas de los chantajes, desesperadas ante la imposibilidad de pagar las “cuotas”, asfixiadas por la imposibilidad o la gran dificultad de acudir a la Policía. — La salida de las zonas agrarias de empresarios grandes o medianos que no resisten las presiones y los secuestros. Baste recordar el secuestro del hijo del cantante Vicente Fernández, y la terrible mutilación de dos dedos que se enviaron como pruebas. — La desconfianza social ante las promesas de las autoridades y su República del Spot, donde todo se soluciona en el horario triple A del ensueño. No es tanto incredulidad como credulidad transferida a una época remota. — El pavor en las colonias populares ante las variantes a escala del proceso: amenazas, extorsiones, secuestros, golpizas, “levantones”. “¿No me digan que por ser pobres se iban a escapar?” El conjunto da por resultado un panorama devastado por el miedo o el terror. El miedo es inevitable, y suele usarse como técnica de autopreservación; el terror es un dispositivo del aniquilamiento psíquico que reduce al mínimo las posibilidades de respuesta. En ese sentido, además de las acciones de las autoridades y de las exigencias de las personas y los grupos sociales, se requiere una reflexión crítica que comience por analizar el modo en que se ha reaccionado hasta ahora a las incursiones del narco. No creo en lo afirmado por el presidente Felipe Calderón, su idea de que la sociedad ha sido cómplice; algunos, en su muy tremendo provecho, han sido cómplices y socios, pero la mayoría se han sentido rehenes de su indefensión. El cargo que lanza Calderón no tiene mayor sustento. La Iglesia católica ya sólo ejerce control “sobre la formación de la nueva elite” Jalapa, Ver., 19 de septiembre. Poderosas durante siglos, las iglesias, especialmente la católica, ya no pueden denominarse como enemigos o adversarios del laicismo republicano, pues a lo mucho llegan a ser sus malquerientes, ironizó Carlos Monsiváis al describir el papel del clero en el contexto actual de México. Ya no tienen la capacidad plenipotenciaria de cambiar el estado de cosas ni de la movilización absoluta sobre las multitudes, dijo. Sin embargo, pese a la imparable secularización de la sociedad mexicana, la Iglesia católica todavía conserva cotos de poder. Lo anterior, por dos razones principales: una, la capacidad de movilización masiva (de feligreses) en algunos estados y, la segunda, por “el control sobre los hijos y las esposas de los funcionarios, es decir, el control sobre la formación de la nueva elite”, señaló. Al presentar el libro El Estado laico y sus malquerientes en la Feria Internacional del Libro Universitario 2008, que organiza la Universidad Veracruzana (UV), Monsiváis rememoró dos etapas históricas que demostraron la enorme influencia de la Iglesia católica en la vida política. La primera fue en la dictadura de Porfirio Díaz, quien no hizo nada por combatir el poderío clerical sino ayudó a su restauración a cambio de reconocimiento al largo periodo gubernamental. “Díaz les entregó lo que que-rían, su poder no tenía límites, les devuelve el poder con la condición de que ellos le aumentaran las medallas. Después de la Reforma liberal vino todo un periodo cuyo objetivo es negar lo que ha acontecido con dicha reforma”. Entonces, en la dictadura porfiriana se propicia y estimula el poder de la Iglesia católica. “Ya con el Estado revolucionario, para empezar les entrega la censura; es una cesión de la censura del cine, del teatro y de los periódicos y, como elemento de contención de la madurez crítica de una sociedad, la censura funcionó.” La situación se tornó extrema y altamente preocupante, refirió el autor de Días de guardar, cuando la derecha mexicana intentó superar al Estado laico y el Partido Acción Nacional profetizó su “triunfo en todas las batallas culturales”, en voz de su entonces dirigente Carlos Castillo Peraza. “Si hubiese dicho el triunfo político, respaldado por la inteligencia y lucidez de Vicente Fox, por ejemplo, pues yo hubiese entendido, pero lo de las batallas culturales ya me comenzó a inquietar y he seguido el destino de sus batallas culturales.” Reacción furiosa de la derecha En la era de Fox, citó Monsiváis, se tuvo una “reacción furiosa” de la derecha contra el laicismo y prueba de ello son las declaraciones del guanajuatense cuando fue criticado por arrodillarse y besar el anillo papal de Juan Pablo II. “El Estado laico, esa tontería”, dijo Fox en ese entonces. “Desde luego me asombró la expresión en él porque no sabía que la conociese y siempre es una alegría saber que un político amplía sus términos, pero preocupó. pues me dije: en qué momento esta moción le llegó y en qué momento pensó que era rechazable (pese a ser un jefe de Estado).” Otro ejemplo fue cuando el secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, afirmó que sólo de la religión católica se podría extraer la moral; la moral no existía fuera de ese registro. “Yo le contesté, andaba pasando por Los Pinos y se me ocurrió contestarle allí, diciendo que eso era inadmisible en un secretario de Gobernación, porque tenía que entender y además proclamar que la República tenía una ética, y no era posible que un funcionario con su encomienda dijese que la República la carecía puesto que no profesaba públicamente la religión católica.” Si la República no tiene un sustento ético propio, remarca el escritor, todo el proceso de Independencia ha sido inútil. El Estado laico y sus malquerientes, agrega Monsiváis, es un alegato. “Así lo pensé, no sé si funciona, pero desde mi perspectiva es un alegato; no tengo duda porque se escribe en un momento en que se piensa posible el retroceso y la vuelta a todas las formas de censura y de lo que llaman victoria cultural de la derecha”. Y resalta que en la obra se pretenden definir claramente tres términos que son inherentes a la República: laicidad, laicismo y Estado laico. La primera “es la atmósfera general en la cual vivimos y habitamos, y no sólo es producto de la separación de la Iglesia y el Estado, porque cuando menos 20 por ciento de la población ya no profesa el catolicismo, sino que es producto de la necesidad de no constreñir el ritmo de la República a creencias, absolutamente respetables y válidas para cada persona, pero que ya no constituyen el todo de la vida social”. En tanto, el segundo término, laicismo, “surge en la oposición al clericalismo: cuando dicen que el laicismo ya pasó de moda, yo siempre pienso que mientras que no pase de moda el clericalismo no pasará de moda el laicismo. Nunca están separados el uno del otro, porque así quiso Dios que nacieran, juntos”, expresó con sorna. Y el tercero, Estado laico, que se daba “por ya integrado en los tatuajes anémicos del país” que intentó ser echado por la borda por personajes como Fox y Abascal, además de la jerarquía católica que ha tolerado el término sólo como un requisito del poder político. “El título del Estado laico y sus malquerientes, contesta la pregunta de que si la Iglesia católica es tan poderosa como lo fue antes. Ya no son los adversarios ni los enemigos, son los malquerientes, porque perdieron toda oportunidad de movilizar y cambiar el estado de cosas, y eso es irreversible”, resume. A excepción de algunas regiones del país donde todavía conservan la capacidad de movilizar –y manipular– a los feligreses, y “del control sobre la formación de la nueva elite, al controlar a los hijos y esposas de los funcionarios”, a eso se reduce su poderío actual, pues el proceso de secularización de la sociedad es inmenso.
Temor, terror y sus variantes
Por: Carlos Monsiváis
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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