El presidente Gustavo Díaz Ordaz consideró, el mismo día en que rindió su cuarto Informe de gobierno, que “México no se enfrentaba a un movimiento juvenil idealista, sino a una corriente subversiva, hábil en los procedimientos de sabotaje y terrorismo, que buscaba socavar la vida nacional”, según refiere el libro blanco del 68 elaborado por la Procuraduría General de la República (PGR), debido a que supuestamente se había descubierto un artefacto explosivo colocado en la base de una torre de conducción de energía eléctrica en el kilómetro 29.5 de la carretera a Pachuca. Por otra parte, documentos dados a conocer en Cuba por el diario Granma en septiembre de 1969 y reproducidos en el número 69 de la revista mexicana Por qué?, pusieron al descubierto que Humberto Carrillo Colón, consejero y agregado de prensa en la embajada de México en la isla, era en realidad un integrante de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) del gobierno de Estados Unidos y enviaba, desde abril de 1968, “informes sobre los sucesos estudiantiles en México y de la política interior”, en los que inclusive llegó a mencionar que “el presidente (Díaz Ordaz) tenía la certeza de que intervendría EEUU (en nuestro país) so pretexto de que él no podía combatir el comunismo”. En ese contexto, después del Informe de Díaz Ordaz, mediante un manifiesto a la nación, el Consejo Nacional de Huelga (CNH) declaró: “El Presidente sólo dejó una disyuntiva a quienes, desde el Zócalo, hemos exigido una respuesta a las demandas con concentraciones populares: o aceptamos sus ‘soluciones’ sin seguir presionando, o se reprime, ahora en definitiva, este movimiento popular apelando al Ejército, la Marina y la aviación”. El régimen, “sordo y mudo”
La representación del movimiento estudiantil negó la existencia de “presiones ilegítimas hacia el gobierno” y señaló que “la falta de respuesta a una demanda lleva necesariamente a la acción popular: única vía que queda abierta ante un régimen sordo y mudo”, por lo cual consideró que “la disyuntiva que se nos plantea está entre aceptar sus soluciones o esperar la represión total (…) Hasta hoy no hemos recibido otra respuesta que el aumento de la represión, las amenazas y las calumnias que pretenden cambiar la opinión pública para volverla desfavorable a nosotros”. El documento del CNH está citado en el informe histórico de la extinta Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), del cual La Jornada tiene una copia. Sin embargo, el 6 de septiembre, la Secretaría de Gobernación, cuyo titular era Luis Echeverría Álvarez, contestó a la representación estudiantil que “el planeamiento por escrito permite serenidad y acucioso estudio en beneficio de una mejor exposición”, y determinó que “el gobierno estaba dispuesto al diálogo, como lo había propuesto desde el mes anterior, pero no a participar en un acto exhibicionista como el que se exigía (en referencia al diálogo público), y que en la Constitución estaba prevista precisamente la forma escrita para las comunicaciones entre gobernantes y gobernados”, señala el libro blanco del 68. En tanto, el informe de la Femospp hace alusión a la repercusión internacional que ya había alcanzado el movimiento y refiere que “del videocasete titulado Historia de un documento, traducido al español de la versión en francés (…) se desprende que (…) El movimiento estudiantil, así como la represión, alcanzan dimensiones nacionales, pero las autoridades siguen rehusándose a escuchar las reivindicaciones y a buscar una solución pacífica al conflicto. “La prisión preventiva de la ciudad de México se satura de estudiantes; el CNH y la Coalición de Profesores exigen la liberación de los prisioneros políticos; estudiantes y docentes deben afrontar la campaña de difamación de la prensa, a las órdenes del gobierno. Millares de grupos de información se organizan, mítines relámpago se verifican en toda la ciudad y todo el país. Los estudiantes cantan su protesta, hacen teatro político en las calles, analizan la situación y utilizan todos los medios para difundirla.” A partir del 27 de agosto “la tensión general empeora y el país vive de cierta manera un estado de sitio, aunque las garantías constitucionales no hayan sido suspendidas”, señala el informe de la Femospp. En ese contexto es importante mencionar que el director de la estación de la CIA en México, Winston Scott, había iniciado, a partir de 1958, “la operación Litempo, una red de agentes pagados y colaboradores” que “incluía a Adolfo López Mateos, Luis Echeverría, Fernando Gutiérrez Barrios y Díaz Ordaz”, según se narra en el libro Our Man In México, de Jefferson Morley publicado en Estados Unidos. El autor señala que “la CIA promovió la carrera política de estos hombres”, y que, según le reveló Scott, “la agencia había intervenido teléfonos de políticos rivales, como Lázaro Cárdenas y Vicente Lombardo Toledano”. Según Anne Goodpasture, asistente de Winston Scott en aquellos años, el jefe de estación de la agencia de espionaje estadunidense en el país brindó, “por motivos políticos, su apoyo a la extrema derecha en México”, y que el funcionario consideraba “claramente justificado el apoyo a las dictaduras militares, con el fin de impedir que la izquierda accediera al poder”. Respecto de la infiltración que la CIA había logrado en el gobierno mexicano, el 15 de septiembre de 1969 el diario Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, reveló que Humberto Carrillo Colón, designado por Díaz Ordaz como consejero de prensa en la embajada de México en la isla, utilizó su inmunidad diplomática para servir como espía de Estados Unidos. Según la publicación que hizo la revista Por qué? de lo aparecido en el diario Granma, se menciona “cómo entre marzo y noviembre de 1968 Humberto Carrillo Colón no tenía todavía el equipo de radiotransmisión que la CIA le suministró después, cuando viajó al exterior para recibir entrenamiento (por lo cual) el agregado de prensa de la embajada de México en Cuba enviaba sus informes a través de las valijas diplomáticas. “Sin embargo, en vista de que sus cartas no llegaban a su debido tiempo a los intermediarios de la CIA en México, Carrillo Colón sugirió a la CIA que la Oficina de la Presidencia de la República de México dictase las instrucciones pertinentes a la Secretaría de Relaciones Exteriores para que toda la correspondencia, y si fuere posible la misma valija, fuese entregada nada menos que al licenciado Joaquín Cisneros Molina, al fin de que el secretario particular del presidente Gustavo Díaz Ordaz las abriese y las revisase, porque de lo contrario, según estimaba Humberto Carrillo Colón, su labor como agente de la CIA en Cuba no podía ser eficiente.” Notifican espionaje
Las actividades de Carrillo Colón fueron notificadas al gobierno mexicano el 3 de septiembre de 1969 mediante una nota diplomática dirigida al secretario de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo Flores (el mismo que solicitó en marzo de 1971 la colaboración de Estados Unidos para entrenar a 11 personas que formarían parte del grupo conocido en junio de ese mismo año como halcones, responsable de la masacre del jueves de Corpus en la ciudad de México). En ese entonces, el embajador de Estados Unidos en México era Fulton Freeman. Al respecto, el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial en aquellas fechas, señaló en su libro La realidad de los acontecimientos de 1968 que Freeman “organizó una conjura con la mira de derrocar al presidente Díaz Ordaz con la asesoría de la CIA, buscando adeptos entre militares mexicanos”. Para ello, según el autor, alentó a grupos de supuestos estudiantes a realizar actos contra el gobierno. El ya fallecido general Alberto Quintanar declaró a La Jornada, en octubre de 2003, antes de ser citado por la Femospp en calidad de indiciado en torno al papel de la CIA en el movimiento de 1968, que los militares mexicanos demostraron su lealtad al Presidente, pese a que Washington “ofreció la conducción del país al entonces titular de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, quien rechazó la propuesta”. Siguiente entrega, 13 de septiembre |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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