Julio Hernández López
■ Las trampas de la “unidad”
■ Desactivar y satanizar oposiciones
■ Aprovechamiento de desgracias
En los meses recientes, el escenario político y la sensibilidad social han sido cambiados con rapidez por sucesos impactantes (el caso Martí; ahora el estallido de granadas en Morelia) que hacen aflorar sentimientos primarios válidos y compartidos pero peculiarmente exacerbados por los mismos responsables o beneficiarios de esos males detonados y que, con esa oportuna generación de ansiedad y desasosiego colectivos, empujan a la sociedad desvalida a buscar soluciones desesperadas y a asumir un discurso mediáticamente impuesto que convoca a la unidad nacional y al abatimiento de las naturales y largamente cultivadas diferencias políticas e ideológicas, para entonces así, de manera mágica y sin crítica que pueda ser “patrióticamente” válida, luchar todos los mexicanos por supuestos intereses superiores, sin recordar ni ahondar en las causas de las catástrofes y mucho menos atreverse a señalar a los culpables y exigir correcciones o castigos.
Una primera lectura de lo sucedido la noche del 15 en Morelia apunta sin duda a Felipe Calderón como el blanco político escogido. Fue en su tierra natal (donde, además, residen varios de sus familiares) y donde 10 días después de haberse hecho del poder había arrancado la llamada “guerra contra el narcotráfico” (11 de diciembre de 2006, cuando el “gabinete de seguridad” anunció la Operación Conjunta Michoacán, primer paso de lo que sería la actual “guerra contra el narcotráfico”). Y fue virtualmente a la misma hora en que ese político cumplía con la ceremonia oficial del grito de Independencia, en un Zócalo que una hora atrás había escuchado un discurso opositor reiterativo que sin embargo constituyó por sí mismo la confirmación de que el poder real no está en los recintos oficiales.
Pero la estrategia del gobierno de facto pasa por convertir todo error en virtud y toda desgracia social en oportunidad de legitimación. Sonriente, casi triunfador, Calderón es capaz de convocar a un concurso nacional de detección del trámite más inútil de los que su gobierno impone a los ciudadanos, como si él fuera ajeno a lo que sucede, una especie de ONG con domicilio provisional en Los Pinos para recibir donaciones y reclutar voluntarios para luchar contra los abusos del poder establecido. En ese tenor, lo más grave ha sido la transmutación de episodios dolorosos en estrategias políticas perversas: el asesinato del hijo secuestrado de un próspero empresario fue utilizado para promover la aparición y movimiento de una fuerza social de clase media y grupos derechistas que sin programa ni organización política ayudaron a sustituir en la agenda política el tema de la defensa del petróleo por el de la lucha contra la inseguridad pública.
Y, ahora, la peculiar nueva gradación de los ataques armados de ciertos narcotraficantes (¿por qué o para qué habrían de atentar contra población inocente?, ¿cuál es la ganancia esperada de quienes hasta ahora han actuado con cierto éxito, para sus propósitos, mediante mantas informativas y ataques directos a policías y militares?) es utilizada por el habitante provisional de Los Pinos para convocar a los mexicanos a cerrar filas en derredor de su gobierno, un gobierno largamente impugnado por su origen electoral fraudulento, por la división social que impuso, por las políticas altamente dañinas para el interés nacional que impulsa y, además, por haber sumido al país en un baño de sangre a causa de una “guerra” contra el narcotráfico que él determinó por sus intereses específicos de militarizar al país (para así tomar control de él, aunque sólo fuera por las armas sacadas a las calles, y para estar en condiciones de enfrentar revueltas o protestas sociales), de servir a los planes estratégicos de Estados Unidos y, también, de establecer nuevas reglas de mercado, con nuevos gerentes nacionales y regionales, en el negocio imparable de las drogas.
La pretensión felipista de aprovechar los sucesos trágicos de Morelia para abonar sus tierras sin títulos válidos queda de manifiesto en el discurso que ayer pronunció ante el Ángel de la Independencia. No hubo ningún asomo de autocrítica en relación con una “guerra” tan mal llevada y planteada que hoy ha comenzado a pagar masivamente víctimas inocentes. Lo que más importó al comandante en jefe del Ejército Mexicano fue insistir en la importancia de que haya unidad nacional, “sin importar creencias, sin importar posiciones ideológicas”, una unidad “sin excepción ni cortapisa”, en la que no haya lugar para quienes “pretenden sembrar el miedo o el desaliento para satisfacer ambiciones o intereses personales o de grupo”. Las palabras de Calderón parecerían dirigidas más a las contiendas políticas, partidistas y electorales, y en especial en la lucha cerrada en defensa del petróleo que mexicanos decididos han anunciado: “La Patria, La Patria exige la unidad nacional, unidad que supone un repudio unánime y sin matices a tan repudiables hechos, unidad que implica dejar ya a un lado acciones o intereses que buscan dividir a los mexicanos”.
Declarado por sí mismo intérprete y vocero de La Patria, el predestinado Calderón dejó en claro, enseguida, que si habla a nombre de ella es porque, en realidad, ella ha encarnado en él (La Patria soy yo: letrero de ganga en un sillón Felipe XIV): “Unidad que asume el hecho de que toda la fuerza de los mexicanos, concentrada en las instituciones que lo representan (‘Yo soy el representante, yo, yo’, grita entusiasmado un ciclista fallido a mitad de esa frase), y en el Estado que organiza a la Nación, se aboque, precisamente, a esta prioridad nacional”.
¿Guerra contra el narcotráfico o guerra contra AMLO y la defensa del petróleo?: “La Patria exige unidad en los mexicanos. Se puede discrepar pero no deliberadamente dividir y enconar. Se puede opinar distinto en la libertad que nos han heredado nuestros próceres, en el marco de libertad que el propio Estado garantiza, pero no se puede atentar contra el Estado mismo. Por eso, en nombre de la República demando a todos los mexicanos, sin excepción, en esta hora crítica, la unidad que México necesita”. ¡Hasta mañana!
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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