martes, 2 de octubre de 2007

Prensa, cómplice en el 68


Las primeras cuarteaduras del sistema priista impactaron en los medios y abrieron espacios para la critica. La cobertura periodística del movimiento estudiantil del 68 fue un poco —y sólo un poco— más abierta que el silencio periodístico sobre los casos de ferrocarrileros, estudiantes, guerrilla, médicos y campesinos. El sociólogo Ramón Ramírez hizo un enorme trabajo de sistematización del movimiento a partir del seguimiento de los medios. Y si bien hubo pocos espacios críticos a los excesos del poder público y contra la represión, los medios se abrieron a las denuncias de los afectados: Su obra El movimiento estudiantil de México, recogió una prensa cuando menos más abierta a la publicación de desplegados estudiantiles.

Pero aun así, los medios escritos no se atrevieron a dar un paso decisivo hacia adelante. La cobertura periodística del 2 de octubre de 1968 y los días posteriores fue muy limitada en la prensa. Inclusive los comentaristas, que después se convertirían en punta de lanza del periodismo crítico contra el Estado priista, fueron en esos días posteriores de la matanza en Tlatelolco voces tolerantes contra los excesos del poder. Los medios no analizaron, no investigaron las causas de la masacre, no indagaron el número real de muertos en la Plaza de las Tres Culturas. Los editores callaron.



Los espacios críticos se concretaron a lamentar las muertes, a convocar a la paz, a exigir comprensión, y sugirieron darle la vuelta a la hoja de la represión. Muchos años después, la prensa escrita fue un pivote fundamental para la denuncia consistente y de investigación de la guerra sucia del Estado contra la guerrilla en la segunda mitad de los años setenta. Pero en 1968 los medios eludieron las razones de fondo del conflicto: la protesta juvenil contra la estructura antidemocrática, autoritaria y represiva del Estado priista.

Las noticias principales de los diarios el 3 de octubre de 1968 fueron en el sentido del poema de Rosario Castellanos:
La Plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo.

Las ocho columnas o noticias principales de los diarios de la ciudad de México fueron las siguientes el 3 de octubre:
Excélsior: “Recio combate al dispersar el ejército un mitin de huelguistas”.
El Universal: “Tlatelolco, campo de batalla”.
El Heraldo de México: “Sangriento encuentro en Tlatelolco”.
Novedades: “Balacera entre francotiradores y el ejército, en Ciudad Tlatelolco”.
El Día: “Muertos y heridos en grave choque con el ejército en Tlatelolco”.
El Sol de México: “Responden con violencia al cordial llamado del Estado. El gobierno abrió las puertas del diálogo”.

Y si en los titulares principales había una distancia del conflicto o una justificación a la represión —el uso de la palabra francotirador o el titular editorializado de El Sol—, en las notas de importancia de la primera plana se destacó la versión del secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán, de que el ejército había sido agredido. Nadie habló en ese momento de las bengalas. Ningún medio investigó el operativo militar de la represión. Años después, en la represión del Jueves de Corpus de 1971, la prensa indagó el origen de Los Halcones y probó que habían sido entrenados en el Departamento del Distrito Federal

El 2 de octubre del 68 sometió a los medios a la información oficial, oficiosa o distante, pero los propios medios no se atrevieron a abrir la concha del ostión autoritario.
En el 68 se magnificaron los hilos de poder del sistema presidencialista priista, como se revela en la investigación hemerográfica Antología periodística 1968 de Aurora Cano Andaluz, editada por la UNAM. El enfoque editorial de la prensa escrita —tanto el editorial institucional del diario como los comentarios editoriales de los colaboradores— se redujo a una visión crítica hacia los estudiantes y a una falta de reflexión profunda sobre las causas reales del conflicto: la ausencia de democracia, la acumulación de protestas sociales, la desigualdad social y el exceso de autoritarismo y violencia del Estado.

Acríticos, ajenos


Foto tomada del asesino de tlatelolco,folleto 1968
El papel de los medios frente al Movimiento Estudiantil del 68 resume, en toda su dimensión, la expresión sublime del periodismo acrítico, objetivo y declarativo. E1 28 de septiembre, el editorial de El Día celebraba la decisión del rector Javier Barros Sierra de retirar su renuncia. E1 30 de septiembre, Excélsior editorializaba con optimismo el reencauzamiento de las negociaciones pacificas y celebraba la salida del ejército de Ciudad Universitaria.

El primero de octubre, un día antes de la matanza en Tlatelolco, los medios ofrecían una visión ajena a la realidad.
En su espacio, Francisco Martínez de la Vega —político prestigioso, voz crítica, priista progresista que después pasaría totalmente al terreno de la crítica al poder— analizaba el conflicto desde los extremos: los estudiantes con el afán de derrocar al gobierno y el gobierno viendo a los estudiantes como invasores extranjeros. Era la típica visión no comprometida o que tenía que criticar a los estudiantes para hacerlo tibiamente contra el gobierno.

Con timidez, Martínez de la Vega asumía el enfoque crítico pero aún en la lógica del poder: llegó la hora de “comprender, tolerar y concertar, bajo la base de que todo esto —rebeldía y represión— son expresiones de un evidente deterioro social, del que nadie en particular y todos
en cierta forma somos responsables”. Este enfoque sería común: los estudiantes tenían razón en su protesta pero el Estado tenía más. Y críticas muy tibias al autoritarismo del Estado
Excélsior
—bajo la dirección de Julio Scherer García desde agosto de 1968— llevaría este enfoque de política informativa hasta la contusión. En su editorial del primero de octubre, un día antes de la matanza, celebraba la salida del ejército de CU y se ubicaba en el enfoque oficial: “recordemos las atinadas palabras del secretario de la Defensa Nacional”, de que la ocupación de CU no favorecía ni a los estudiantes ni al ejército. Envuelto en el optimismo oficializado, Excélsior rechazaba tajantemente la palabra “militarismo” para México por la intervención militar en el conflicto estudiantil. Era “excesiva suspicacia o retorcimiento”, agregaba.

Para ese diario, que comenzaba a abrir tibios espacios a la realidad pero que no se atrevía aún a ejercer el enfoque critico contra el poder, México seguía siendo una isla singular. Frente a la denuncia estudiantil de antidemocracia, represión, pobreza y rebeldía, Excélsior hablaba de “la paz de los últimos 40 años, la tranquilidad cívica, el desarrollo industrial y comercial del país”, todo lo que “había borrado al ejército de nuestro horizonte”. El diario olvidaba, ocultaba o justificaba las represiones militares contra estudiantes en provincia antes del 68, las golpizas a maestros, ferrocarrileros y médicos y el artero asesinato por un comando del ejército del líder campesino Rubén Jaramillo y de su esposa embarazada. Para Excélsior, la intervención del ejército en el movimiento estudiantil y la ocupación castrense de CU había sido “efímera, como correspondía a los intereses de la nación y a la ilustre tradición civilista”.

El recurso elusivo

Días más tarde, Excélsior se vería obligado a editorializar sobre la matanza de estudiantes por tropas militares en Tlatelolco. Y era el otro lado de la moneda informativa. Desolación, era la palabra que usaba el diario para referirse a ese manotazo autoritario y represivo. Fue difícil para los medios salirse de los esquemas tradicionales que concebían al periodismo como parte del aparato de control político e ideológico del Estado priista. No hubo en los medios una consistencia crítica al poder y a sus excesos. Y cuando existieron tibias referencias críticas, siempre iban acompañadas de regaños a los estudiantes por sus excesos. Así, los excesos condenables eran de los estudiantes y los excesos necesarios eran del poder.

Editorializó Excélsior: “si bien es cierto que el comportamiento estudiantil —y el de buen número de maestros— rebasó por momentos los límites de la sensatez y llegó a la insolencia y el reto inconsciente, sobreestimando las propias fuerzas, no es menos verdad que la respuesta a tal desbordamiento no ha sido prudente ni adecuada”. “El desborde de la prepotencia estudiantil” reveló posiciones “adolescentes pueriles y soberbias”. Y frente a la magnitud de una matanza que no pudo reportarse con veracidad porque el gobierno controló la información, Excélsior opinó que el derramamiento de sangre “exige, con dramática vehemencia, una reconsideración de rumbos”. Los estudiantes se buscaron la represión, pues.
El párrafo final de este editorial del 3 de octubre fue una obra maestra del periodismo justificatorio de la represión:
“El gobierno está formado por adultos, por personas que saben cómo suele cegar el orgullo, cómo suele resentir el amor propio. Esos adultos saben que el ardor y la pasión juveniles llevan a futiles (sic) y peligrosas insolencias. Sin embargo, tal adultez (sic) tendrá que funcionar en el futuro —y así lo esperamos— en toda su grandeza.”

Paso a la impunidad

Nada de exigencia de cuentas, nada de señalamientos de responsabilidades públicas, ninguna condena al exceso de la fuerza militar contra estudiantes. Los medios y su política informativa oculta en la objetividad o las declaraciones fueron, al final de cuentas, la coartada de la represión.
Lo explicitó el editorial de Novedades del 3 de octubre: Tlatelolco fue “un eslabón de la conjura que pretende socavar los cimientos institucionales de México”. O el editorial de El Heraldo de México que atacaba los reportes de las agencias extranjeras con la afirmación de que “México está saliendo limpio y airoso de los atentados que quieren cometer contra su soberanía y su prestigio”. O la decisión de El Sol de México de cancelar el servicio de la agencia UPI porque reportó la posibilidad de cancelar las olimpiadas. O el editorial de El Universal del 4 de octubre hablando de la “juventud engañada” y de los estudiantes como “cortina de humo tras de la cual maniobran, arteramente, sórdidos intereses al servicio de las intrigas extranjeras”. O el artículo de Jacobo Zabludovsky en Novedades el 24 de octubre celebrando que el verdadero México, el de la paz, se habla impuesto con las olimpiadas.

Al final, la línea informativa de los medios, acotados por el periodismo objetivo y declarativo, fue la que impuso aun a golpes —en la sesión en la Cámara de Diputados registraron una lucha a golpes entre el líder juvenil panista Diego Fernández de Cevallos contra un diputado priista— la mayoría del PRI y el PARM en el Congreso: las medidas adoptadas por el presidente Díaz Ordaz fueron del tamaño y la magnitud de la gravedad de los acontecimientos
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OAXACA DE JUAREZ, MAGON Y ZAPATA ,APPO 2011, http://todoelpoderalpueblo.blogspot.com