La Marcha de la Gente con la Mente en Blanco(La Amnésica Estulticia de la Iniciativa “Iluminemos México”)Alfredo Velarde Marchar contra la galopante inseguridad que ha sentado sus reales prácticamente en todos y cada uno de los espacios sociales del cada vez más injusto y desigual México del presente, que nos duele como fría puñalada trapera en el plexo solar, parece ser el non plus ultra de cualquier iniciativa ciudadana, dispuesta a movilizarse por una causa valedera y justa, pertinente y necesaria. Parece, insisto. ¿Pero lo es, real y verdaderamente considerada la iniciativa y la modalidad concreta que adoptó la así llamada Marcha Blanca contra la Inseguridad? Si se atiende a su contenido real, plagado de lugares comunes; a la sospechosa complicidad con ella de los medios masivos de desinformación, que acostumbran de ordinario ignorar las más genuinas demandas sociales; si se mira la mayoritaria composición de clase que la nutre, así como sus olvidos que parecen deliberados; y si además se ve la pobreza argumental de las demandas, más que de la legitimidad –o no- en que parece soportarse la iniciativa, que estuvo por debajo de las expectativas que sus animadores habían logrado levantar, tendríamos que hacer referencia, en éste sentido y mejor, a la implicación de desesperada catarsis que la connotó; al estéril desahogo por redescubrir que sí, en efecto, los ricos también lloran. Y los no tan ricos, por cierto y también, justo cuando la inseguridad que deviene violencia cotidiana que se sintetiza en el secuestro, en la ola de robos contra todo aquel que se ponga a modo, sea acaudalado o no, en el crecimiento exponencial del narcotráfico, en la sorda guerra entre cárteles frente a la cual, la nulidad del gobierno que padecemos, resulta ya anecdótico lugar común, al lado de la congénita corrupción de toda la clase política, del inefable triunvirato partidocrático (del PAN, el PRI y el PRD) que es parte del problema y de los tres niveles de gobierno y sus instituciones sin excepción, y que resumen lo que hoy es nuestro país. Eso, precisamente eso, no se resolverá con llamados “neutros” a movilizaciones descafeinadas, como la que “la sociedad civil” atestiguó el pasado sábado 30 de agosto, mientras el país se desmorona como guijarros de arena por entre los dedos. Pido de antemano disculpas a quienes ofenda el título de la presente reflexión. Sin embargo, un desahogo multitudinario, que no logró concitar el apoyo mayoritario que solicitó en toda la nación, en los días previos al acto central que iniciando en el Ángel de la Independencia y transitando por el Paseo de la Reforma, culminó en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México, con más preguntas que respuestas, con más dudas que certezas, con más cuestionamientos que adhesiones apresuradas, como la materia prima de un pensar a fondo que no parece ocupar lugar alguno entre los convocantes a la susodicha movilización y que terminó sugiriendo a los renuentes a responder a su emplazamiento (como quien esto escribe), que: Ese tipo de movilizaciones, se singularizan por la manipulación y el claro engaño a quienes de buena fe acudieron a la expresión de algo que de poco o nada servirá, si caemos en cuenta que, atacar los gravísimos efectos de un perverso modelo económico concentrador de la riqueza y profundamente excluyente y depredador de las condiciones de vida para las cuatro quintas partes de los mexicanos (que eso y no otra cosa expresa la grave inseguridad), sin atender a las causas que la originan, como el malhadado y erráticamente denominado “modelo económico” capitalista salvaje neoliberal, en realidad, implica lanzarse a emprender un doble salto mortal de espaldas al vacío. ¿Y las soluciones? ¡Seguirán brillando por su ausencia si no se atacan las causas de la violencia social! Serían cómicas, de no ser tan trágicas las implicaciones de que se hicieron acompañar, voluntaria o involuntariamente, los animadores de la Marcha Blanca. Nos duelen las víctimas de la violencia, sí, por supuesto y sean quienes fueren sus víctimas, pero no los anencefálicos “remedios” que no lo son y que se proponen, para “solucionar” las causas de profundas raíces económicas, políticas y sociales que se mantuvieron, en lo esencial, intocadas por el rigor de la inteligencia alternativa que aparece como el principal ausente y claro déficit de los marchistas áureos que no reparan y no quieren advertir las oscuras implicaciones de lo que pidieron, y sin advertir que sus “salidas” conducen a ponernos, a todos, la soga al cuello. ¿O lo saben y lo callan porque quieren el fascismo? Cualquier político avezado, sabe desde la escuela para párvulos, que el reclamo “¡solucionen la violencia y la inseguridad o váyanse!”, conduce a la manga ancha para las inútiles autoridades de México por la militarización del país, ya en curso; a la criminalización de la protesta social genuina, por ejemplo, como lo demuestran las injustas y desproporcionadas condenas recientes a los ejidatarios de Atenco; del más grosero soslayo a los más elementales derechos humanos de quienes no son secuestrables, ni asaltables y sí asesinables y encarcelables, como los parias carne de cañón del abajo social por la injusticia, y por los que nadie parece preocuparse ni un ápice. Y mientras estas connotaciones fueron ignoradas en la marcha de la gente con la mente en blanco, muchos de los marchistas del sábado pasado, fingen haber olvidado que votaron por quienes habían prometido la luna, el sol y las estrellas; pleno empleo, seguridad, crecimiento económico, democracia, que fueron sólo la mediación para hacer del poder un botín particular en medio de la extendida corrupción de las corporaciones policíacas y militares, políticos en el poder y las “oposiciones” tersas en complicidad con el hampa del cual forman parte el última instancia. Por eso, no resulta pecata minuta, ni las ropas finas, las fragancias extranjeras, los celulares y i-pod por doquier, los choferes en fastuosas camionetas que aguardaban a muchos de los finolis inconformes que, veladoras en mano, tomaron la calle para ver si algo o alguien les hace el milagrito de conjurar lo que ellos mismos, de alguna manera, han contribuido a generar. Irónico, ¿no es así? |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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