viernes, 29 de mayo de 2009

ESPEJO DE UN ESTADO FALLIDO

Espejo de un Estado fallido

Jorge Camil

Yo robo, tú robas, él roba… ¡todos roban! Acostumbrados a los escándalos políticos, y eufóricos por haber encontrado un argumento más (¡como si no tuviésemos suficientes!) sobre la calidad moral de Carlos Salinas de Gortari, todos nos enfocamos en los señalamientos de Miguel de la Madrid sobre el propio Salinas y su funesta familia. Quién robó. Quién no. Quién se aprovechó de los millonarios contratos de Pemex, y quién cobró tal o cual comisión. Quién, cuándo y dónde tuvo contactos (la palabra es demasiado vaga para ser acusación) con el narcotráfico.

¡Pobres de nosotros! Estamos tan acostumbrados a los escándalos banales que nadie, salvo Carmen Aristegui, se enfocó en ese momento en el fondo de la entrevista con De la Madrid. A la pregunta lapidaria de la periodista siguió la contestación devastadora del ex presidente: ¿La justicia estorba para ejercer el poder? A veces sí, respondió asombrosamente De la Madrid.

En ese momento Aristegui supo que estaba en el umbral de una mina de oro que jamás había sido explotada; porque ese tipo de cuestionamientos fueron tabú en los tiempos del PRI, y la cultura del presidencialismo continúa impidiendo el diálogo franco con los mandatarios. ¿La impunidad es condición necesaria para que la maquinaria siga funcionando en México?, preguntó Aristegui a un De la Madrid apabullado por la evidencia histórica, impulsado por la necesidad de limpiar su legado, o simplemente atrapado por la habilidad de una periodista que lo fue llevando de la mano hasta el momento de la verdad.

, contestó a secas. Y con esa palabra destruyó el legado histórico del PRI; un partido que todos sabíamos o sospechábamos había gobernado 71 años al margen del estado de derecho y envuelto en un manto de impunidad (después vendría un lastimoso desmentido que nadie creyó, destinado a reivindicar a Carlos Salinas, no al país). , y con esa simple aseveración De la Madrid destruyó la credibilidad del sistema político y reconoció la falla principal de nuestra fibra social.

Aristegui, tan segura siempre de sí misma, se quedó unos segundos sin habla: “Es tremendo lo que dice –balbuceó incrédula–. Es dramático”. , volvió a asentir De la Madrid, revelando la triste realidad de nuestro Estado fallido.

Que me perdonen el presidente Calderón y los analistas que rechazan la teoría del Estado fallido con argumentos puntillosos de ciencia política. Un Estado en el que un ex presidente producto del sistema reconoce que la justicia estorba para ejercer el poder, y que la impunidad es condición necesaria para que funcione el Estado es, ¡aquí y en China!, un Estado fallido. Si la justicia estorba, es imposible instalar un Estado de derecho, y cuando la impunidad se vuelve condición necesaria para que funcione la maquinaria estatal se derrumban las barreras infranqueables que deben existir entre los poderes Ejecutivo y Judicial; los pesos y contrapesos diseñados para sostener la viabilidad de cualquier gobierno democrático.

En esas condiciones el Ejecutivo, cuya tarea primordial es vigilar el cumplimiento de la ley, se convierte en dictadura. Presidentes cómplices o delincuentes, mandatarios que actúan al margen de la ley, y ex presidentes que viven y mueren en la impunidad, son las coordenadas que fijan el mapa político de la República Mexicana. Echeverría fue exonerado de la matanza de Tlatelolco, y Salinas, acusado por tirios y troyanos de haberse robado la mitad de la partida secreta, está convertido hoy (merced a una inmensa fortuna y a su característico desprecio por la ley, que él pretende disfrazar de pragmatismo) en factótum de la política nacional. Fox, por su parte, traidor de la democracia y encubridor de su esposa y sus hijastros, viaja con desenfado a Emory University para recibir un doctorado honoris causa (¡Dios bendiga la inocencia de los gringos!) por sus dotes de diplomático (éstos jamás se enteraron del nomás comes y te vas), colaborador (¿de Marta?) y visionario (por poco me caigo de la silla).

Una segunda entrevista de Aristegui con Roberto Madrazo (que no es ninguna blanca paloma, pero conoce el modus operandi como pocos) le asestó el golpe de gracia a lo que él llama el sistema. El sistema vive y el país está muerto, declaró quien ha sido gobernador, presidente del PRI y candidato presidencial de ese partido.

Pero eso no debe regocijar al PAN, porque Madrazo, que conoció bien a Fox y negoció con él, acusó al panista de traicionar la transición y la reforma política. Fue un presidente perezoso e inestable, concluyó. Ha llegado el momento de abandonar el sillón de la tele para tomar cartas en el asunto. La impunidad es un cáncer que está devorando a la República. Vivimos, como sostiene Madrazo, envueltos en una delincuencia oficialmente admitida, donde el Estado mexicano es “un cártel más”, y el crimen organizado un Estado paralelo. El Estado está colonizado por el narcotráfico, terminó Madrazo, destruyendo con ese comentario cualquier posibilidad de triunfo en la lucha contra el crimen organizado. ¿Qué sigue?


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