Gobiernos van y vienen, de uno y otro partido, pero la inseguridad va en aumento. Nada funciona. Fracasan irremediablemente promesas, planes, estrategias y buenas intenciones. Fracasan porque el gobierno tiene una percepción distorsionada de la magnitud del problema para la sociedad civil, y porque al estar enfocado exclusivamente en los problemas que considera “verdaderamente importantes” (el petróleo, las relaciones con Estados Unidos, la Iniciativa Mérida, la consulta nacional sobre el petróleo y las reformas de todos colores) demuestra que no tiene sensibilidad, pero tampoco consideración, empatía y respeto por la sociedad civil. Para los ciudadanos, la alarmante escalada de violencia significa perder la tranquilidad, la dignidad, nuestra forma de vida (que es la esencia de la libertad) y eventualmente, como fue el caso de Fernando Martí, la vida misma. Para el gobierno, en cambio, el tema parece ser un problema de imagen y frases de campaña, así que con gran desparpajo lo atacan con retórica y armas mediáticas: ¡vamos ganando!, repiten victoriosos con la frente en alto y la mirada fija en 2009 y 2012, aunque todos sepamos que van perdiendo. ¡Felicidades Germán Martínez!, ahora sabemos que la guanajuatización de México va por buen camino. Sí, por el “Camino de Guanajuato”, ahí donde “la vida no vale nada”. La retórica oficial y las frases de campaña se estrellan diariamente con una realidad que ofende y horroriza a los mexicanos: 10 o 20 ejecutados (¿qué más da?), dos o tres decapitados (una de las cabezas, la aparecida en las páginas de Paris Match hace un par de semanas, con un guiño macabro, como diciendo: “aquí se ven”). Un industrial regiomontano secuestrado diariamente, un jovencito inocente (¿presagio del México futuro?) secuestrado y asesinado sin piedad, y un aumento exponencial en la tasa de plagios: 37 por ciento en el Distrito Federal y 60 por ciento en el estado de México. Más empresarios mexicanos emigrando a Estados Unidos. Hemos perdido el control de nuestro propio destino. ¿A quién le importa el terror de la joven madre que llevando a su bebé en el asiento trasero recibe en plena luz del día una mentada de madre y un humillante pistoletazo en la cabeza para robarle el reloj? ¿A quién le importan los miles de relojes y anillos robados diariamente en los embotellamientos de la ciudad de México? ¡Por favor! ¿Anillos? ¿Relojes? ¿Mentadas? ¿Cuando estamos salvando al mundo, y pasando a la historia como autores de importantes reformas electorales, fiscales y energéticas? ¿Secuestros exprés? Que los atienda la policía ministerial (¡nosotros somos “estadistas”!). O que no los atienda nadie, porque los ciudadanos atropellados, a fuerza de sufrir, hemos aprendido a no denunciar. Nuestros gobernantes deben respirar con alivio, porque ya no denunciamos plagios, violaciones, robos, extorsiones ni fraudes. Pronto dejaremos de denunciar homicidios. ¿Denunciar, mientras Marcelo organiza la consulta petrolera y el Presidente decide su próximo periplo internacional? Para eso hay leyes y “autoridades competentes”. ¿No hemos oído hablar, ignorantes de nosotros, de la nueva división del trabajo, en la que unos nacen para gobernar, y otros nacemos para pagar impuestos? ¿Quién en las altas esferas de gobierno –pregunto– recoge la frustración de los millones de obedientes autómatas que dejamos en casa nuestros objetos de valor? ¿Y quién, al interior del gobierno, comprende que al despojarnos voluntariamente de anillos y relojes, al renunciar a nuestra forma de vida, nos despojamos de nuestra dignidad? Ellos, los criminales, con la tolerancia del gobierno, fijan ahora nuestro radio de acción. Nos indican cómo vivir y cómo vestir. Se acabó el libre albedrío, que era hasta hace poco la esencia de la vida democrática. Ellos, los del gobierno, viven despreocupados en una burbuja de camionetas blindadas, charolas, escoltas y armas de grueso calibre pagadas por nosotros para proteger a los suyos, mientras nosotros vivimos atemorizados y enclaustrados, prisioneros en un mundo de ¡sálvese quien pueda! Por eso no hay solución, porque gobierno y ciudadanos partimos de percepciones distintas y mundos diferentes. Nos movemos por separado en un mar de oscuridad. Andamos, como diría el poeta Jaime Torres Bodet, “el uno en pos del otro, sin hallarnos”. En la introducción de su entrevista con Felipe Calderón El País advirtió que el número de muertos, más de 5 mil “provocaría un cataclismo en cualquier democracia europea”. Pero aquí no pasa nada. Ni pasará. Hasta que Calderón entienda que si fracasan todas sus reformas, pero nos regresa la seguridad, pasará a la historia como el mejor gobernante de México; hasta que Marcelo Ebrard caiga en la cuenta de que si erradica la inseguridad en el Distrito Federal será presidente de México en 2012. Hasta que ambos comprendan que la inseguridad viene de una empresa perversa en la que están involucrados criminales, policías, autoridades y el sistema judicial. Si no pueden, la renuncia sería una salida honorable que les ganaría el reconocimiento y respeto de la sociedad civil. |
Miércoles 29 de diciembre de 2010, p. 4
Lúcidos examinadores de la realidad y autores comprometidos murieron durante el año que concluye. Fueron referentes culturales, principalmente en el ámbito de las letras: el escritor Carlos Montemayor, el cronista Carlos Monsiváis, el narrador José Saramago y el filósofo Bolívar Echeverría.
La Jornada recuerda a estas personalidades, hacedores de un valioso legado.
También ocurrieron los fallecimientos del poeta Alí Chumacero; de los historiadores Friedrich Katz y Howard Zinn; de los narradores Tomás Eloy Martínez, J. D. Salinger y Miguel Delibes; y del filólogo Antonio Alatorre, entre otros.
El tenor, maestro, narrador, poeta, ensayista, traductor y activista Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1947) falleció en la ciudad de México el domingo 28 de febrero, debido al cáncer que lo aquejó durante meses. En su obra rescató la voz de los colectivos enfrentados al sistema político que les negaba cabida. Indígenas y grupos opositores de izquierda encontraron eco en su creación literaria y reivindicación en su discurso político.
Conocedor de las lenguas hebrea, griega clásica, latina, francesa, portuguesa, italiana e inglesa, tradujo obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo, así como de poetas tales como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo. Al parejo desarrolló una labor de rescate de los idiomas indígenas de nuestro país, que fructificó en un par de volúmenes centrados en éstos y en su poesía.
Otra de las herencias que deja fue recuperar en los libros Guerra en el paraíso, Las armas del alba y Las mujeres del alba, los motivos de los grupos opositores armados de las décadas de los 60 y 70, y el hostigamiento gubernamental a las comunidades que les dieron cobijo. Campesinos, indígenas, estudiantes, han sido masacrados una y otra vez en los países de nuestro continente. La historia de su resistencia es una memoria que dignifica nuestra vida
, manifestó el narrador.
El Premio Nobel de Literatura José Saramago (Portugal, 1922) murió el 18 de junio a la edad 87 años, debido a la leucemia. El novelista, poeta y ensayista conjuntó en su persona la generosidad, los ideales por la justicia social y una escritura profundamente determinada por la realidad. La existencia del portugués se puede caracterizar por su sentencia: El único valor que considero revolucionario es la bondad
.
Es el único portugués que ha ganado el máximo reconocimiento a las letras del mundo, que le fue otorgado en 1998 por su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía
, afirmó la Academia sueca.
“La razón de escribir, en el fondo, no es más que esa: escribir… No escribo para agradar, tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Me gustaría que todos mis libros fueran considerados como libros del desasosiego”, señaló Saramago en 2009 en torno a su novela Caín.
En El Evangelio según Jesucristo y Caín desnudó a la religión como mitificación de la realidad; y abordó el tema de la razón en los tiempos modernos en su trilogía formada por Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres y Ensayo sobre la lucidez.
Carlos Monsiváis (ciudad de México, 1938), cronista crítico de los fenómenos presentes en la mexicanidad, además de analista de los hechos sociales que han conmovido los cimientos de la sociedad nacional durante los siglos recientes, expiró el 19 de junio debido a complicaciones de una fibrosis pulmonar.
Identificado con la izquierda, el ensayista capitalino reivindicó en sus escritos al individuo y sus derechos como base del entramado social, contra el autoritarismo y la derecha. En esta lid se inclinó por el movimiento de 1968, los ídolos populares, las figuras de izquierda y los acontecimientos que significaban ideas progresistas; también apoyó las luchas de las minorías sexuales y culturales.
La obra de Monsiváis, caracterizada por la ironía frente a una realidad intolerable, fue un revire humorístico frente a los agravios por medio de la sátira política, como en su columna Por mi madre, bohemios, en la cual evidenciaba la ignorancia y exhibía la demagogia de políticos, empresarios, jerarcas católicos y personajes de la vida pública en general.
El editor y poeta Alí Chumacero (1918) falleció el 22 de octubre en la ciudad de México, víctima de neumonía. Fue un amante de la lectura desde su infancia en su natal Acaponeta, Nayarit, y a ella dedicó su vida entera como crítico, ensayista y editor. Entre su creación literaria destaca Poema de amorosa raíz, de los versos más célebres en nuestro país.
Laboró durante más de medio siglo en el Fondo de Cultura Económica y fue una de las figuras centrales del éxito de la casa editora. Ahí, el autor de Palabras en reposo atestiguó el paso de algunas de las mejores obras de la literatura mexicana del siglo XX y fue famoso el rumor, que Chumacero negaba, de haber mejorado la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo con su corrección.
El filósofo marxista e investigador Bolívar Echeverría (1941), referente crítico del capitalismo en América Latina, falleció el 5 de junio en la ciudad de México como consecuencia de un infarto. El ecuatoriano, que adoptó la nacionalidad mexicana, fue autor de una extensa obra sobre modernidad, economía y cultura, y enfocó su trabajo a los ámbitos de la teoría crítica y la filosofía de la cultura.
Echeverría consideraba al barroco en América Latina una forma de resistencia cultural y una modernidad alternativa. “La verdadera fuerza del impulso anticapitalista –escribió– está expandida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vida cotidiana y muchas veces en la dimensión festiva de esta última, donde lo imaginario ha dado refugio a lo político y donde esta actitud anticapitalista es omnipresente”.
Teoría que sostuvo en obras como Conversaciones sobre lo barroco, La modernidad del barroco y Definición de la cultura.
El sábado 16 de octubre, a los 83 años, pereció en la ciudad de Filadelfia Friedrich Katz, a consecuencia de cáncer. El antropólogo e historiador austriaco dedicó su vida profesional al estudio del acontecer en México y América Latina en los siglos XIX y XX. Produjo obras indispensables para entender a nuestro país como La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana y la biografía Pancho Villa, ineludible si se desea comprender al revolucionario.
Howard Zinn (Nueva York, 1922) murió el 27 de enero por una afección cardiaca, . El historiador de izquierda plasmó en su obra el punto de vista de los de abajo durante la construcción estadunidense y fue autor del libro más vendido sobre el tema: La otra historia de Estados Unidos. Referente antibelicista en ese país, el también articulista de La Jornada mantuvo siempre la esperanza en el rescate de la humanidad contra la opresión.
El periodista y narrador Tomás Eloy Martínez, nacido en Buenos, Aires, en 1934, quien logró unificar lo mejor de ambas disciplinas en su obra, pereció el 31 de enero en la capital de su país. Fue autor de una extensa obra que incluye novela, crónica, ensayo, relato, libretos de cine y televisión, donde destacan La pasión según Trelew, prohibida por la dictadura argentina; Santa Evita, traducida a múltiples idiomas, y El vuelo de la reina.
Autor de culto en Estados Unidos, J.D. Salinger (1919) murió el 27 de enero, en New Hampshire. El guardián entre el centeno, publicado en 1951, bastó para colocar al escritor entre los más reconocidos de la literatura moderna de su país y lanzarlo a la fama que siempre despreció.
Miguel Delibes (1920) vivió una España enfrentada por la Guerra Civil y luego la férrea dictadura de Francisco Franco. Es autor de una narrativa del espacio rural español, cruzada por el hambre y la falta de libertades. Su deceso ocurrió el 12 de marzo.
El ensayista y reconocido filólogo Antonio Alatorre, expiró el 21 de octubre a los 88 años. Originario de Autlán, Jalisco, ejerció una labor docente en nuestro país y otras naciones, y fue estudioso de Sor Juana Inés de la Cruz, de quien editó las obras completas. Fue un notable traductor y hacedor de una obra especializada en la que sobresale Los 1001 años de la lengua española.
A lo largo del año también se registraron los decesos de la poeta y traductora Esther Seligson (ciudad de México, 1941); el poeta y especialista en literatura chicana Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, Estados Unidos); el escritor y cronista Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas); el crítico literario Sergio Nudelstejer (Varsovia, Polonia, 1924), y el autor de novela negra Juan Hernández Luna (ciudad de México, 1962).
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